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jueves, 17 de diciembre de 2015

MURIÓ A LOS 96 AÑOS LICIO GELLI, CONOCIDO COMO “EL TITIRITERO”, TEMIDO LÍDER DE LA LOGIA MASÓNICA P-2

Manipulador, extorsionador, chantajista, traficante de drogas, contrabandista de armas, conspirador para derribar gobiernos constitucionales, espía, y cómplice en una serie de asesinatos y masacres. Fue amigo de José López Rega y del presidente Juan Domingo Perón, creó la logia P-2 en 1970 y desde entonces estuvo involucrado en los numerosos escándalos políticos y financieros que sacudieron a Italia en los años 70’, 80’ y 90’. También estuvo vinculado con las dictaduras militares de Argentina y Uruguay.

Licio Gelli el Gran Maestre de la logia
masónica P-2.
Nacido en 1919, fue una de las figuras más controvertidas de la historia reciente de Italia, jefe de la logia masónica Propaganda 2, murió el martes 15 de diciembre a los 96 años en Arezzo (centro de Italia), según anunció la familia.

El célebre "Maestre" de la temida organización masónica era conocido vulgarmente como Il Burattinaio, es decir, “El Titiritero”. Gelli estuvo detrás de casi todas las tramas oscuras de Italia: estrategia de la tensión en los años 70’ para desestabilizar el país; en la bancarrota fraudulenta del financiero siciliano Michele Sindona que murió envenenado en la cárcel en 1986; en el caso de Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, el denominado «banquero de Dios», hallado ahorcado en 1982 debajo de un puente de Londres; en el atentado de la estación de Bolonia en 1980, en la escalada de los grandes grupos editoriales; en el trágico caso de Aldo Moro o del asesinato del periodista Mino Pecorelli que investigaba a la masonería, e incluso se sospecha que fue cómplice en el asesinato del papa Juan Pablo I.

Juan Domingo Perón y José López
Rega, ambos eran masones.
Amigo del general Juan Domingo Perón, iniciado por el propio Gelli en Madrid, en Puerta de Hierro, en junio de 1973, y de José López Rega, alias “El Brujo”. Participó del último gobierno de Perón y luego en el de su esposa María Isabel Martínez. Tras el golpe militar, Gelli tuvo muy buenas relaciones con la dictadura militar argentina (1976-1983), país del que llegó a obtener la ciudadanía y representó como diplomático en Italia.

En 1981, gracias a las investigaciones de los jueces milaneses de la millonaria quiebra del banco Ambrosiano, los italianos descubrieron la lista con los 962 nombres pertenecientes a la P2, una influyente red de políticos, jueces, empresarios, periodistas, agentes de los servicios secretos y altos militares que el "Maestro venerable" lideraba.

El almirante Emilio
Eduardo Massera era
miembro de la logia
masónica P-2.
Entre los empresarios figuraba un desconocido milanés, Silvio Berlusconi, quien llegará a ser años más tarde el hombre más rico de la península y primer ministro.

También figuraban unos veinte argentinos, entre ellos el almirante Emilio Massera y el general Carlos Suárez Mason, componentes de la junta militar que gobernó ese país.

Gracias a la investigación de los jueces, que duró 13 años, la logia P-2 fue prohibida en 1981. Sin contar Italia, se había ramificado hasta la Argentina, Venezuela, Paraguay, Bolivia, Francia, España, Portugal y Nicaragua. También había miembros activos en Suiza y Estados Unidos. En América latina, mantuvo sus vínculos más estrechos con diversos regímenes militares. También está íntimamente asociada con la CIA. Por otra parte, su influencia llegaba hasta el corazón mismo del Vaticano.

Gelli apareció en casi todos los escándalos de los últimos 30 años, desde la quiebra del mayor banco de Italia de entonces, el Banco Ambrosiano, cuyo presidente, Roberto Calvi fue encontrado ahorcado bajo un puente de Londres en 1982, pasando por Tangentópolis (sobornos de las empresas) y la existencia de una estructura paramilitar secreta de nombre Gladio con el objetivo de impedir que los comunistas italianos llegarán al poder.

Licio Gelli en su villa de Wanda, en Toscana.
El poderoso líder de la P-2 fue condenado por apropiarse de secretos de Estado, calumniar a magistrados e intentar desviar las investigaciones por el atentado a la estación de Bolonia en 1980.

El ex líder de la logia más exclusiva de la masonería italiana logró fugarse de una cárcel suiza en agosto de 1983, se refugió en América del Sur, donde gozó siempre de amistades influyentes, y se entregó a la justicia en Suiza en 1987.

Breve resumen de su vida delictiva
Nacido 21 de abril 1919 en Pistoia, Toscana, su educación convencional cesó abruptamente cuando le expulsaron de la escuela a los 14 años. A los 17 años, como miembro de la división italiana de los Camisas Negras, Gelli y su hermano combatieron en España en 1936 como voluntarios contra los comunistas en la Guerra Civil. Al referirse posteriormente a este período de su vida, Gelli diría: «Sólo yo regresé con vida».

En los inicios de la segunda guerra mundial, Gelli combatió en Albania. Luego obtuvo el grado de Oberleutnant de las SS en Italia, donde sirvió de «agente de enlace» con la Alemania nazi. Su misión consistía en espiar a los partisanos, infiltrado en su organización, para luego denunciarlos a sus amos teutones. Gelli empezó a acumular su fortuna durante la guerra, cuando se instaló en la ciudad italiana de Cattaro, lugar donde estaba escondido el tesoro nacional de Yugoslavia. Una parte significativa de este tesoro nunca regresaría a Yugoslavia porque Gelli se encargaría de robarlo. Su temprana vocación de cruzado anticomunista tendía a disminuir en proporción directa con las sucesivas derrotas del Eje a medida que la guerra se alargaba. Hubo un momento en que Gelli empezó a colaborar con los partisanos, que en su mayor parte eran comunistas. De esta forma, cuando localizaba un escondrijo de los partisanos, en seguida informaba diligentemente a los alemanes, y después avisaba a los partisanos para que huyeran antes de que llegaran las tropas nazis.

Gelli siguió jugando a dos bandos desde mediados de la guerra hasta el final de la misma, y terminada la guerra, Gelli llegó a un pacto con los comunistas: seguiría espiando para ellos a cambio de que le salvaran la vida cuando tuviera que enfrentarse al tribunal antifascista de Florencia. Una vez ante el tribunal y después de una discreta intervención comunista, las pruebas de que Gelli había torturado y asesinado a varios patriotas fueron desestimadas porque se consideraron insuficientes.

Libre de cargos al respecto, lo primero que hizo Gelli fue organizar una vía de escape (llamada «camino de ratas») para los nazis que quisieran marcharse a Sudamérica. Les cobraba una comisión fija, el 40 % del dinero que tuvieran.

Mientras colaboraba con las jerarquías del Vaticano y con el Servicio Secreto de Estados Unidos, Gelli siguió espiando para los comunistas hasta 1956. Gelli dejó de espiar en favor de los comunistas cuando empezó a trabajar para el Servicio Secreto italiano.

Como parte de la paga por la realización de este trabajo, Gelli obtuvo que se archivara el prontuario sobre sus actividades previas, que se hallaba en poder del Servicio Secreto. Esta transacción tuvo lugar en 1956.

Gelli pasó de vendedor de colchones a gerente de la fábrica de colchones Permaflex y administrador de la Remington Rand de Toscana. Entre los nombres que figuraban por entonces en el consejo de administración de la Remington Rand estaba el de Michele Sindona.

Gelli siempre cortejó a los ricos y a los poderosos, o a les que iban camino de serlo. En términos de ideología o de filosofía política, Gelli era una ramera y siempre se vendía al que pudiera pagarle lo que pedía. Mientras colaboraba con la junta militar derechista que gobernaba en Argentina, Gelli volvió a practicar el espionaje para la Unión Soviética, tarea para la que se sirvió de sus contactos con Rumania. Llevaba consigo una recomendación del partido comunista italiano, que le había salvado la vida al terminar la segunda guerra mundial, y los números de teléfono de varios agentes de la CIA a los que vendía información. También le sobraba tiempo para seguir trabajando a las órdenes del S.I.D., el Servicio de Inteligencia del ejército italiano.

Siempre ávido por incrementar su radio de poder e influencia, Gelli pensó que la rehabilitada masonería constituía un vehículo ideal para complementar sus aspiraciones. El irónico destino quiere que haya sido su idolatrado Mussolini el que prohibiera en Italia las prácticas masónicas. Mussolini consideraba a los masones como «otro estado dentro del estado».

También resulta irónico que haya sido un gobierno democrático, por los que Gelli sentía un particular desprecio, el que restableciera en Italia la libre práctica de la masonería, aunque conservando en vigencia un artículo de las leyes fascistas, el que prohibía, como delito penal, la creación de organizaciones secretas.

Gelli  pidió ser admitido en la masonería el 6 de noviembre de 1963, pero, de momento, su pasado fascista bloqueó la solicitud. Sin embargo, en 1965 Gelli fue admitido en la Logia Romagnosi, una logia masónica convencional. La masonería italiana estaba dirigida por un hombre de confianza de la CIA, el Gran Maestro Giordano Gamberini, socialdemócrata. El pasado fascista de Gelli dejó de ser una dificultad y se convirtió en una garantía para la función anticomunista que tendría que desempeñar. Rápidamente ascendió hasta el tercer grado, con lo que estaba legalmente habilitado para dirigir su propia logia.

La Propaganda 2
Pocos días después de la elección de Lino Salvini  como Gran Maestro de la masonería italiana, el 18 de marzo de 1970 el jefe del Estado mayor del ejército americano, general William Westmoreland, puso su firma a un documento secreto titulado Operaciones de estabilidad y servicios secretos - Secciones especiales: contiene la consigna de “desestabilizar para estabilizar”, y la indicación de cómo recurrir a “operaciones especiales” para impedir el acceso al gobierno del Partido comunista, utilizando “acciones violentas y no violentas, según el caso”. La distribución del documento es “rigurosamente limitada a los destinatarios indicados en adjunta lista”, sujetos interesados en la aplicación de la estrategia de guerra no convencional y de guerra psicológica. Gelli  es uno de ellos.

El 15 de junio de 1970, Lino Salvini en su condición de Gran Maestro de la Logia P2 delegó a Licio Gelli  con plenos poderes para dirigir la Logia secreta, dándole incluso el poder de iniciación de nuevos afiliados, prerrogativa exclusiva del Gran Maestro o de los Maestros Venerables. Entonces, el Gran Maestre Giordano Gamberini le impulsó a Gelli para crear un círculo integrado por personas importantes, alguna de las cuales podía con el tiempo adscribirse a la organización.

Gelli estaba esperando que se le presentara una oportunidad de este tipo y no la desaprovechó. Lo que hizo, sin embargo, fue crear una organización secreta y por lo tanto ilegal. El círculo recibió el nombre de Raggruppamento Gelli: P-2. La P era la inicial de Propaganda, que era a su vez el nombre de una legendaria logia italiana del siglo XIX.

La P-1, fue fundada en 1877, bajo el Grande Oriente d’Italia (“Gran Oriente de Italia”), como una logia para miembros visitantes que se ausentaban de sus propias logias. Estaba extinguida.

En junio de 1970, Gelli  aumenta el número de afiliados de la P-2, sobre todo en el ámbito de los servicios secretos y entre los oficiales de las Fuerzas Armadas. A comienzos de 1972 el general Luigi De Sanctis  (estrecho colaborador de Gelli) es encargado de reordenar las fichas de cerca de 400 afiliados.

Angelo Sambucco, hombre de confianza del Gran Maestro Salvini, dice que, con la llegada de Gelli, la organización interna de la P-2 sufre una gran transformación: “Es planteada sobre criterios de absoluto y anómalo secretismo, pues se organiza un fichero en códice cuya clave sólo la conocía Gelli”.

En la primera mitad de los años 70, las acciones subversivas de la logia masónica P-2 se traman en estrecha colaboración con los servicios secretos: se trata de desestabilizar para estabilizar. Sin embargo, tras las elecciones de 1976 y el establecimiento de una democracia de solidaridad nacional,  privada de oposición, la P-2 diseña una nueva estrategia: el control de los centros neurálgicos de decisión del Estado. La P-2 aumenta su poder en los años en que se desarrolla la política de solidaridad nacional, con el entendimiento entre los grandes partidos. En esos años se asiste a un crecimiento de la P-2: por un lado se controlan puestos claves de la administración del Estado y de la economía pública y privada; por otro lado, se produce un control casi total de los servicios secretos.

Dice el senador Attilio Bastianini en la Comisión parlamentaria de investigación sobre la P2: “La P2 ha sido un hecho grave, más grave de lo que la opinión pública pueda imaginar. Todos los más inquietantes escándalos de la Italia contemporánea (la carrera y la caída de Sindona, la quiebra del Banco Ambrosiano y las relaciones con el IOR, el suicidio y el homicidio de Calvi, el asesinato de Pecorelli, la lucha sin exclusión de golpes por el control de la Rizzoli, del Corriere della Sera y de otros periódicos, el escándalo ENI-Petromin, etc.), están marcados de algún modo por la presencia de hombres de la P-2”.

Inicialmente, Gelli reclutó los miembros de su grupo entre los altos oficiales retirados de las fuerzas armadas italianas, a través de los cuales logró entrar en contacto con los altos oficiales que seguían en activo. Con el tiempo, esta tenaz y laboriosa red envolvería a toda Italia, alcanzando hasta los últimos vericuetos de la estructura del poder. El objetivo de Gelli consistía en que la extrema derecha se hiciera con el dominio de Italia. Este dominio no iba a ser explícito, no significaba ningún asalto efectivo al Gobierno. Siguiendo a su manera las ideas de Mussolini, lo que Gelli pretendía con su logia era crear otro estado dentro del estado, a menos que ocurriera lo impensable, es decir, que los comunistas ganaran las elecciones y gobernaran legítimamente. En tal caso se llevaría a cabo un golpe de Estado y la derecha se haría cargo abiertamente del poder. Gelli sabía que si esta acción se consumaba las demás potencias occidentales aceptarían la situación. Según la prensa italiana Gelli también fue agente de los servicios secretos de Estados Unidos, la CIA, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Con la P-2 logró infiltrar gradualmente todas las instituciones del Estado y las altas esferas de la sociedad.
De hecho, desde la creación misma de la P-2, Gelli había contado con el apoyo y el aliento del departamento de la CIA que operaba en Italia. Entre los miembros de la P-2, y sólo en Italia, estaban el comandante en jefe de las fuerzas armadas, Giovanni Torrisi, los jefes del Servicio Secreto, generales Giuseppe Santovito y Giulio Grassini, el director de la policía de finanzas, Orazio Giannini, ministros del Gobierno y políticos de diversas tendencias (excepto, por supuesto, los comunistas), treinta generales, ocho almirantes, editores de prensa, ejecutivos de televisión y poderosos industriales y banqueros, entre los que figuraban Roberto Calvi y Michele Sindona. La lista de los miembros de la P-2 era tan secreta que sólo Licio Gelli conocía todos los nombres.

Gelli utilizaba una gran variedad de técnicas para incrementar el poder de su logia. Una de las más usuales consistía en establecer un contacto personal, aparentemente inocuo, o ser introducido a los potenciales candidatos a través de algún miembro de la logia. Otros métodos no eran de tan buen gusto. El más frecuente era el chantaje. Para entrar a formar parte de la logia como miembro efectivo, el candidato estaba obligado a dar una muestra de su lealtad poniendo a disposición de Gelli documentos comprometedores, informes peligrosos, de hecho cualquier información secreta que después pudiera ser empleada, no sólo contra él mismo, sino también contra cualquier otro personaje importante al que Gelli deseara incluir en su nómina. Enfrentados a pruebas fehacientes de sus propios delitos o faltas, los hombres ambicionados por Gelli no tenían otro remedio que unirse a la P-2. Éste fue el sistema empleado, por ejemplo, con Giorgio Mazzanti, presidente de la E.N.I., la compañía petrolera estatal. Ante las pruebas que demostraban su corrupción en relación con unos elevados sobornos que había recibido de Arabia Saudí por una gran compra de petróleo, Mazzanti tuvo que claudicar, unirse a la P-2 y de paso facilitar a Gelli más información para enganchar a su carro a otros altos personajes corruptos de la República italiana.

Otra de las técnicas empleadas por Gelli para seducir a los miembros potenciales, consistía en informarse, a través de las turbias fuentes usuales, sobre los principales candidatos para ocupar cualquier cargo importante. Entonces Gelli telefoneaba a todos (habitualmente eran tres: las consabidas ternas) para decirles que haría todo lo posible en su favor. Después se limitaba a esperar que uno de ellos fuera designado y al día siguiente éste pasaba a ser un nuevo, solícito y agradecido miembro de la logia.

En tiempo de Pablo VI
Uno de los principales colaboradores de Gelli en la P2 era el abogado y hombre de negocios italiano Umberto Ortolani. Muchos altos dignatarios del Vaticano cenaban con frecuencia en casa de Ortolani, en la Vía Archimede de Roma.

Gelli con su grupo era bien recibido en el Vaticano: había sido nombrado Comendador de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y Ortolani  había sido nombrado Gentilhombre de Su Santidad.

Dentro de la masonería, la P-2 parece haber sido un cuerpo autónomo que, probablemente, ha gozado también del carácter reservado típico de la tradición masónica. La P-2 figuraba como logia masónica regular en los Anuarios masónicos impresos en Estados Unidos y Gelli  era uno de los poquísimos italianos invitados a presenciar el juramento de los presidentes de Estados Unidos, Carter  y Reagan.

En 1971, apenas nombrado director general del Banco Ambrosiano, Roberto Calvi  fue a Nassau, en las Bahamas, y en sociedad con Sindona y Marcinkus fundó la Cisalpine Overseas Bank poniendo en práctica la enseñanza de Sindona sobre los paraísos fiscales. Marcinkus formó parte del consejo de Administración. El trío Sindona-Calvi-Marcinkus comenzó una secretísima y frenética actividad financiera en los paraísos fiscales internacionales, bajo el signo de la ilegalidad y lejos de todo control por parte de las autoridades italianas.

Gelli fue acusado de ejercer un papel fundamental en la Operación Gladio, un operativo clandestino de infiltración organizado por la CIA y la OTAN durante la Guerra Fría, que conformó una red clandestina secreta anticomunista que operó en Europa bajo la dirección de la OTAN y la CIA estadounidense, involucrada en actos terroristas, una "estrategia de tensión" concebida para facilitar la llegada de un supuesto régimen autoritario derechista neofascista para hacer frente a un eventual gobierno del entonces poderoso Partido Comunista Italiano. Entre los recursos de Gladio se contaban la contrainteligencia, el sabotaje y el chantaje.

Licio Gelli armó una red de espionaje que se expandía desde Argentina, como una telaraña, por el continente entero: hacia Brasil, Bolivia, Paraguay, Colombia, Venezuela y Nicaragua. En Argentina, Gelli obtuvo la doble nacionalidad. Después fue designado consejero económico y representante financiero de Argentina en Italia, cargo que empezó a desempeñar en 1972 mientras aún gobernaban los militares del general Alejandro Agustín Lanusse. Una de sus tareas principales consistía en negociar la compra de grandes cantidades de armamento.
 Amigo de Perón
Sensible al desencanto que reinaba en la nación con la junta militar que entonces gobernaba, el Gran Maestre de la P-2 empezó a tramar el regreso triunfal de Perón del exilio. En 1971 convenció al presidente Lanusse de que sólo con el regreso de Perón podría conseguirse en Argentina la estabilidad política.

Perón le comentó a Gelli en su mansión de Puerta de Hierro que su regreso a la Argentina había sido obstaculizado por la masonería argentina cuya sede está en la calle Cangallo hoy Perón. Así que Gelli le prometió que iba a solucionar ese obstáculo. Entonces viajó a Buenos Aires, donde lo recibieron algunas personas que dirigían la revista “Las bases” y la hija de José López Rega. Habló con el Gran Maestre, que era César de la Vega. Estuvieron toda una noche en Cangallo, la sede estaba en pésimas condiciones porque habían empezado una obra y no tenían el dinero para terminarla. Y les hizo entender, que si volviera Perón también la masonería se levantaría, porque darían cargos a los mejores “elementos”.

Perón se hizo masón en Madrid, cuando Gelli le prometió que la logia lo haría presidente por tercera vez. Bajo el nombre de Operación Gianoglio, lo trajeron de nuevo al país. Gelli, gestó el retorno de Perón y viajó con el líder justicialista en el famoso vuelo de regreso de Alitalia.

Elegantísimo, con smoking y moño mariposa, también el 13 de octubre de 1973, Gelli estaba presente en la ceremonia de asunción de un nuevo jefe de Estado: aquélla en honor del general Juan Domingo Perón, por tercera vez en el poder en la Argentina, y de su mujer, María Estela Martínez, apodada Isabelita, nombrada vicepresidente. Aquel día, en verdad, se sentía él, más que la pareja, el festejado. Estaba firmemente convencido de que si aquella fiesta se podía celebrar con tanto fasto, era por la presencia de autoridades de todos los países, como Giulio Andreotti, llegado expresamente de Italia, y el mérito era todo suyo. ¿Quién si no él había sido el artífice del retorno de Perón al poder?

También Perón lo había reconocido y, para recompensarlo, ocho días después, una vez terminados los festejos, lo invitó a la Casa Rosada, y le puso sobre el pecho la "Gran Cruz de la Orden del Libertador San Martín", la máxima condecoración argentina. Si esto último parece increíble, podemos agregar que una de las primeras acciones de Perón tras su regreso triunfal a Argentina fue arrodillarse en señal de gratitud a los pies de Licio Gelli. Entre los testigos de esta demostración se encontraba el primer ministro italiano Giulio Andreotti, siete veces premier italiano y principal exponente de la Democracia Cristiana. Después de eso, Gelli fue designado agregado económico de la embajada argentina en Roma, un puesto que mantuvo aun tras el golpe de 1976.

Gelli había conocido a Perón a comienzos de 1971. Se lo había presentado en la villa "17 de Octubre", de Puerta de Hierro, en Madrid, donde el general vivía en el exilio después del golpe de Estado de Eduardo Lonardi, uno de los "hermanos" de la P-2, Giancarlo Elía Valori. "Si Perón accede de nuevo al poder" -había dicho excitadísimo Valori a Gelli antes de partir de Roma a Madrid - "las industrias italianas, más bien, ¿qué digo?, las industrias de la Comunidad Europea se beneficiarán". Y el jefe de la P-2 lo había seguido porque sabía que Valori, a pesar de su trabajo aparentemente insignificante (era funcionario de la RAI), desarrollaba una serie de actividades encubiertas de gran importancia. Valori era un poco como él. En efecto, hacía de maestro de ceremonias a Amintore Fanfani, el brasseur d'affaires de la Fiat, la eminencia gris para un par de cardenales de la curia romana. Pero, particularmente desde unos años atrás, era el embajador personal del dictador argentino con la misión de organizar su retorno a la patria.

Y Gelli también se hizo amigo de su secretario privado, con el cual se entendió a la perfección, lo que le permitiría ganar terreno. Era José López Rega, ex cabo de la policía, gorila y mayordomo del general, gestor del encuentro de Perón con Isabelita, una ex bailarina de los night clubs de Panamá, pero ante todo, masón puro, cultor de ritos esotéricos, de la magia y de la astrología.

Gelli en persona hizo masón a Perón. Juan Domingo Perón se inclinó hacia el Gran Maestre, quien lo esperaba con el martillo de plata, el mandil en la cintura y la banda ceremonial ilustrada con el símbolo masón del compás y la escuadra. Cuando su boca estuvo cerca de la oreja de Licio Gelli, Perón separó suavemente los labios y le susurró al oído. Nadie los escuchó. El pasaje de secretos era la forma de ser aceptado. En Madrid, el jefe del peronismo atravesaba la ceremonia iniciática que le concedería el Grado 33 del Rito Escocés y lo convertiría en integrante del Consejo Supremo de la famosa logia Propaganda Due (P-2).

“Perón era masón, yo lo inicié en Madrid, en Puerta de Hierro, en junio de 1973”, reafirma Gelli en varias entrevistas cuando se le preguntó sobre el acto por el que convirtió al jefe del justicialismo en miembro de la masonería. “Fue una ceremonia simple. No era difícil. Era un rito llamado al "Orecchio del maestro" (al oído del maestro).

Aquel día de junio de 1973 Gelli prometió a Perón que lo ayudaría, también porque en su corazón pensaba que una vez vuelto al poder aquel personaje, se abrirían para él las puertas de un nuevo mundo y sus tentáculos se prolongarían hasta Sudamérica.

El jefe de la P-2 comenzó a ocuparse personalmente de la venta de todo el oro que Perón se había llevado con él en el momento de la fuga y que debía por fuerza ser transformado en dinero para financiar el regreso a Buenos Aires. Y ahora, en pareja con Valori, movió a sus amigos en el Vaticano para hacer levantar la excomunión que había sido dictada contra Perón poco después de la caída, en 1955, por el Papa Pío XII, por haber expulsado a dos obispos de la Argentina. Quedaba un último obstáculo: convencer al más obstinado enemigo de Perón, el ex presidente Arturo Frondizi, para que fuera a pactar con él. La misión le fue confiada a Valori, quien voló a la Argentina el 12 de marzo de 1972 y logró llevar a Frondizi a la villa madrileña del General. Para el regreso sólo faltaba tomar el avión. Como de costumbre, Gelli y Valori hicieron las cosas a lo grande: fletaron sin más rodeos un DC8 de Alitalia. Perón partió de Roma y el 17 de noviembre de 1972, después de 17 años de exilio, regresó a Buenos Aires. Ese día llovía. Valori fue el primero en bajar del avión; se hizo dar un paraguas y esperó paciente al pie de la escalera. Luego tomó el brazo de Perón ubicándose a su izquierda, en tanto Isabel hacía lo propio por la derecha y se dirigieron a la sala VIP. Era el triunfo de la logia masónica P-2 en la Argentina.

Gelli esparció por Roma la versión de que Perón era un queridísimo amigo, casi una criatura suya. Y a los más escépticos ("es el acostumbrado fanfarrón") dio una demostración cuando en febrero de 1973, el presidente, su mujer Isabelita y López Rega volvieron a Europa por algunas semanas. Los hospedó en la villa recién adquirida en Lebole, sobre la colina de Santa María de las Gracias, en Arezzo. Los llevó de paseo y, para hacer ver que también tenía amigos de sangre azul, los condujo a la finca del duque Amedeo d'Aosta, en San Giustino Valdarno, a pocos kilómetros de Arezzo.

Todo estaba pronto para el gran salto más allá del océano. No era la primera vez que Gelli viajaba a Sudamérica. Después de la guerra mundial había llegado a Sudamérica para reencontrarse con algunos camaradas allí refugiados, pero esta vez quería volver con todas las credenciales en regla. También aquellas masónicas. Fue a lo del Gran Maestro Salvini y le pidió que le preparara una carta de presentación oficial: "Licio Gelli representa al Gran Oriente de Italia ante la Gran Logia de la Argentina". Con esta presentación, en setiembre de 1973, golpeó a la puerta de Alcibíades Lappas, uno de los mayores productores de piezas de plata, secretario de la masonería argentina. Le habló de su logia, "la más importante de Italia", se vanaglorió "la flor a los ojos del Gran Oriente con tantos diputados, ministros, generales y empresarios". Le dice que quería conocer también en Buenos Aires a la gente importante. Y Lappas, un poco impresionado por tanta intromisión, le contestó presentándole a los "hermanos sudamericanos". A los más famosos, naturalmente.

Igualmente, Gelli tenía un proyecto para la Argentina: organizar una logia encubierta con la participación de los jefes de las Fuerzas Armadas, de los principales industriales y de los políticos más destacados, un modo de tener siempre el control político del país. A la logia le dio un nombre: Pro-Patria, esto es, como explicó, propaganda patriótica, una sigla que le recordaba un poco la suya, P-2, y un poco sus principios nacionalistas. El primero en seguirlo fue, naturalmente, López Rega, que, a la sombra de Perón se volvía cada vez más importante, ya sea como consejero político o como ministro de Bienestar Social, una cartera clave del gobierno argentino. Alistó luego a Alberto Vignes, alto dignatario de la masonería argentina y ministro de Relaciones Exteriores; a César de la Vega, Gran Maestro de la logia de Buenos Aires de 1972 a 1975 y embajador primero en Dinamarca y luego ante la UNESCO; a Guillermo de la Plaza, embajador en el Uruguay; a Raúl Alberto Lastiri, presidente del Senado y yerno de López Rega; a Federico Barttfeld, un ambicioso diplomático, agregado comercial a la embajada argentina en Roma.

Y todos fueron afiliados de oficio también a la P-2. Para hacer nuevas amistades comenzó a frecuentar los congresos masónicos que se realizaban en Sudamérica. A fines de octubre de 1973 participó, junto a López Rega y a Bindo Corradi, que representaba al Uruguay, en una importante reunión panamericana que tuvo lugar en Buenos Aires.

Se realizó una reunión de todos los Grandes Maestres de América Latina ¡¡¡¡en la Casa Rosada!!!!. Eran todos almirantes, generales, ministros, todas personalidades de cada país. Y se realizó para tratar de trazar una línea única, una doctrina, una ley de colaboración, para poder ver si todos los países podían unirse, hacer una especie de “globalización masónica”.
A medida que crecía su influencia en la Casa Rosada y en los ministerios, Gelli entró en conflicto con Valori, quien trataba de mantener a toda costa aquel papel de interlocutor privilegiado del poder político y económico argentino que había tenido hasta la llegada del jefe de la P-2. "Yo he estado para allanarte el camino y ahora no acepto pasar a un segundo término", le gritó Valori un día. Y Gelli, habituado a no compartir nada con nadie, lo expulsó de la logia. Posteriormente le aplicó un castigo; tras haberse enterado por López Rega de que Valori andaba hablando de él con Perón, le hizo advertir por el jefe de la policía que no debería poner más los pies en la Argentina. "Mario, si alguno busca a Valori mandámelo a mí. He tomado su puesto", ordenó en abril de 1974 al portero del hotel Claridge, donde había fijado su cuartel general en Buenos Aires.

Tras librarse de un peligroso competidor, Gelli vivió sus días de gloria a la muerte del viejo Perón, el 1° de julio de 1974. Formalmente asumió el poder Isabelita. En realidad, al mando estaba López Rega, que desde aquel día no fue tan sólo "el brujo" sino también el "Rasputín de la pampa", porque como el lúgubre monje ruso que había plagiado a la zarina Alejandra, había sometido completamente a la descolorida Isabelita.

En aquel clima de violencia que los escuadrones de la muerte de la Triple A, organizada por López Rega, volvían cada día más candente, con una crisis económica agudísima (la tasa de inflación era superior al 600 por ciento), el jefe de la P-2, en compañía de los "hermanos" de la Pro-Patria, se encontró a sus anchas e hizo los mejores negocios.

El 13 de setiembre de 1974, después de adoptar la ciudadanía argentina (se lo permitía la Ley 282, en virtud de la cual todo ciudadano italiano puede nacionalizarse argentino y viceversa), fue acreditado como consejero económico de la embajada argentina en Roma. Un procedimiento ordenado personalmente por López Rega y avalado por otro masón, el ministro de Relaciones Exteriores Vignes, que de hecho otorgaba a Gelli de ahí en más un poder excepcional: el de tramitar todos los negocios entre Italia y la Argentina.

Tres meses más tarde, a mediados de diciembre de 1974, en un DC 8 especial el jefe de la P-2 voló a Libia en compañía de López Rega y otros cien funcionarios argentinos. Con el coronel Muammar Kaddahafi trató durante más de un mes la compra de petróleo para la Argentina, pero a un precio notablemente superior al fijado en aquel momento en el mercado libre de Rotterdam. Esto se descubrió meses después, cuando el negociado fue denunciado por el diario de la vieja burguesía La Prensa. López Rega fue explícitamente acusado de haber fijado el precio en aquel contrato y de abrir una serie de cuentas numeradas en Suiza. Y Gelli, desde aquel día, según un informe de los servicios secretos argentinos, preparado después del estallido del escándalo de la P-2, aumentó notablemente su influencia en la banca sudamericana.

Por último, en la primavera de 1975, a instancias de López Rega, que había soñado siempre con la idea de una masonería "sinárquica" (una tercera potencia mundial capaz de equilibrar los bloques opuestos del imperialismo americano y soviético), fundó la OMPAM, organización mundial del pensamiento y de la asistencia masónica, a la que deberían adherir sobre todo los países del tercer mundo. Con su acostumbrada modestia se autoproclamó secretario de la organización. La finalidad, como se desprende del artículo 41 de la Constitución de la OMPAM, era desatinada: "Ofrecer asistencia para la solución de problemas internacionales mediante la coordinación de todas las fuerzas masónicas de los países interesados de manera de favorecer y posiblemente alcanzar una equitativa composición de reivindicaciones, divergencias, enfrentamientos suscitados por causas de naturaleza religiosa, social, económica y política". Y entonces: la OMPAM debería "proveer acciones intermediarias, a pedido de los Estados y de los organismos en pleito, valiéndose de las instituciones masónicas de las naciones interesadas, cuyo espíritu de universalidad está por sobre toda ideología política y confesión religiosa, para contribuir a reforzar iniciativas tendientes a resolver pacíficamente las controversias". Para un proyecto tan grandioso Gelli encontró también la sede apropiada: un palacete de tres plantas, con una treintena de habitaciones, salones y jardín en pleno centro de Roma, a pocos pasos de la vía Veneto. Los fondos los recolectó en Brasil al convencer a la Gran Logia Masónica de Guanabara (Río de Janeiro) para que le concediera 8 millones de dólares "la fuerza del amor necesita sustituir el equilibrio del terror", andaba repitiendo para ahuyentar las dudas de los más reacios. Sin embargo aquel proyecto no caminó: ni el duque de Kent, Gran maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, máxima autoridad masónica mundial, ni la poderosísima Gran Logia de Nueva York quisieron conceder su reconocimiento a la OMPAM, desconfiando totalmente de los buenos propósitos de Gelli. Y si lo hubieran hecho, también los "hermanos" de la Logia de Guanabara hoy no habrían sido expulsados de la masonería brasileña. Y tampoco habrían terminado bajo investigación con la acusación de "haber enviado ilegalmente capitales a Italia para inversiones inmobiliarias y para la compra de empresas estatales y “paraestatales italianas".

Y llegó también el mal día de la expulsión de López Rega, condenado a muerte por los terroristas Montoneros, odiado por la izquierda peronista, despreciado por los líderes políticos que, sin embargo, habían dado su apoyo político a Isabelita, odiado además por el Ejército. El pretexto fue una huelga general en Buenos Aires, en julio de 1975: "Ladrón, asesino, torturador" gritó la muchedumbre delante del Ministerio de Bienestar Social, a dos pasos de la Presidencia. Isabelita aquella vez no pudo defender a su consejero amante y lo hizo escapar. Gelli, naturalmente, le cuidó los flancos. Primero le dio un refugio en Italia, luego lo mandó a España, seguidamente lo hizo someterse a una intervención quirúrgica para cambiar el rostro, finalmente le consiguió sede fija en Suiza. El ingente patrimonio de López Rega ya estaba seguro en las cajas de Zúrich y no le habría sido difícil vivir en paz y en lujo. "Vendré a encontrarte seguido", le prometió, y, en los años siguientes, mantuvo la palabra: por lo menos cada dos meses invitaba a los "hermanos" más íntimos: "Voy a Suiza, a casa de José".

Gelli se dio cuenta de que sin López Rega la presidencia de Isabelita tendría los días contados. También él juzgaba a la viuda de Perón con desprecio y se había habituado a llamarla, como casi todos los argentinos, la "copera", aquella que hace beber las copas de champaña en los nights clubs.

Se buscó nuevos aliados y también esta vez sacó provecho del vínculo masónico. Visitando las logias argentinas y participando de los congresos masónicos en Sudamérica, se había acordado que el cuerpo militar más representado entre los "libres albañiles" de la pampa era el de la Marina, también por una vieja tradición: muchos oficiales argentinos habían pasado por la escuela de la Royal Navy inglesa, desde siempre fragua de masones. Gelli puso los ojos precisamente en el jefe de la Marina. Le conocía virtudes y defectos que sólo él habría podido cultivar y explotar: el fanatismo; la admiración ciega por el dictador chileno, el masón Augusto Pinochet; la ambición desenfrenada por el liderazgo político; la pasión por las mujeres bellas; el juego y el lujo, tanto que en Buenos Aires lo habían apodado "el almirante en blue jeans". Se lo presentó el capitán Carlos Alberto Corti, eminencia gris del comandante de la Marina, ya afiliado a la Pro-Patria. Y también esta vez Gelli demostró haber escogido el caballo apropiado: el 24 de marzo de 1976, precisamente Massera, junto al jefe del Ejército, Jorge Videla, y al comandante de la Fuerza Aérea, Ramón Agosti, depuso a Isabelita.

El mismo Massera se distingue por la ferocidad represiva: bajo sus órdenes operaban los despiadados torturadores de la Escuela de Mecánica de la Armada. "La acción que desarrollamos es más dura que la de cualquier guerra conocida, porque ésta es la lucha del bien contra el mal", dijo en una oportunidad procurando encontrar al menos un apoyo moral para aquellas masacres.

Pero estas cosas a Gelli no le interesaban mucho. Lo importante para él era quedar a flote con los nuevos patrones de uniforme y no interrumpir los negocios de primera. Mejorarlos, si era posible. Y así lo hizo. Ante todo fue confirmado en el cargo en Roma. En esta oportunidad, quien firmó la medida fue Walter Aliara, subsecretario de Relaciones Exteriores, fidelísimo a Massera. Casi todas las relaciones económicas ítalo-argentinas debían pasar ahora a través de Gelli.

En 1977 Italia estaba en primer lugar entre los países que habían invertido capitales en la Argentina y en segundo en el intercambio comercial. A Gelli se dirigió también Lucien Sicouri, presidente de la Italimpianti de Génova. Junto con un grupo canadiense Sicouri había ganado la licitación del contrato para la realización de la central nuclear de Córdoba, uno de los más importantes centros de la Argentina. El contrato se había firmado cuando aún estaba en el poder Isabelita. ¿Qué podría suceder con el nuevo régimen? "Ningún problema", le aseguró Gelli. Y lo afilió también a la P-2, "Así será más seguro". Lo mismo hizo con Loris Corbi, presidente de la Condotte, en carrera por un importante contrato ferroviario.

Se ocupó luego del ingreso de la Rizzoli en la Argentina. La editorial italiana compró en 1977 el 50 por ciento de las acciones de la "Editorial Abril" (la otra parte fue adquirida por la empresa ítalo-argentina "Celulosa"). A cambio del aval de la junta militar para concluir las operaciones, Gelli hizo aceptar a la Rizzoli una serie de pesadas condiciones: el control de la línea política de las publicaciones, la posibilidad de vetar a sus directores y, finalmente, el retiro del corresponsal del Corriere della Sera en la Argentina, Gian Giacomo Foa, malvisto por los militares por los artículos que denunciaban la sanguinaria represión en acción en el país.

Pero el más grande negocio Gelli lo vislumbra en la compra de armas. Los triunviros Videla, Massera y Agosti habían asignado una cifra monstruosa para el equipamiento del Ejército, de la Marina y de la Fuerza Aérea: 6.000 millones de dólares, para gastar dentro de 1980 a toda costa. El jefe de la P-2 no deja escapar la muy apetitosa ocasión. Hace invitar a Italia a Massera para concluir acuerdos para la provisión de fragatas Lupo, sistemas misilísticos y preparación electrónica naval. No obstante una fuerte oposición parlamentaria, el 24 de octubre de 1977 Massera estaba en Roma, naturalmente en el hotel Excelsior. Gelli logró también hacerlo recibir por Giulio Andreotti, presidente del Consejo en esa época, que se apresuró a explicar inmediatamente después de aquel encuentro: "He recibido a Massera en forma privada". Asimismo lo llevó de visita a los astilleros de la Otto Melara de La Spezia. Más tuvo una sorpresa brutal: los sindicalistas habían declarado una huelga general en señal de protesta por la llegada de "uno de los miembros de la tristemente famosa junta militar argentina". El almirante anduvo enfadado y partió inmediatamente hacia Alemania, abandonando en Roma, en la suite del Excelsior, los preciosísimos libros de arte que la Rizzoli le había regalado. De las fragatas Lupo no se quiere saber más y para nada sirve el viaje a Buenos Aires, del 25 al 28 de agosto de 1978, del almirante Giovanni Torrisi, jefe de estado mayor de la Marina, al cual Gelli hizo de anfitrión. Más afortunado fue el jefe de la P-2 con el radar y los misiles de la Selenia. El contrato anduvo bien y, a cambio, el presidente de la sociedad, Michele Príncipe, se afilió a la P-2.
A medida que los golpes salían bien, Gelli acrecentaba su fama, poder y riqueza. Se vinculó además a otro importante militar, el general Carlos Suárez Mason, uno de los exponentes más reaccionarios, comandante del primer cuerpo de ejército, con sede en Buenos Aires. Lo había enrolado en la Pro-Patria y, de oficio, en la P-2. Podía ser él, de un momento a otro, el nuevo "caudillo" en condiciones de tomar las riendas de un país que estaba cada día más destrozado (inflación del 140 por ciento, los precios de los servicios aumentados en un 50 por ciento, los de los hidrocarburos en un 69 por ciento, los transportes subterráneos en el 50 por ciento, los ferroviarios en un 70 por ciento y los salarios bloqueados en los niveles de 1975). No se dio, pero Gelli anduvo bien igual porque Mason llegó a la presidencia de YPF, el ente petrolífero del Estado, un sector que apreciaba muchísimo.

Pensó también que había llegado el momento de invertir las enormes ganancias. Compró departamentos en Buenos Aires y haciendas en el interior del país; entró como socio en la empresa de búsqueda petrolífera submarina; compró acciones de la sociedad de exportación de carne. El creía verdaderamente en el futuro de los bifes de carne de la pampa. Con cerca de 35 millones de cabezas bovinas para 25 millones de habitantes, con una hectárea de tierra por cada novillo; estaba convencido de que la carne en la Argentina era lo que el petróleo en Arabia Saudita. Costaba poco y era buenísima. En Italia se hace promotor de una campaña para hacer abolir el límite fijado por la Comunidad Europea para la importación de carne de los países sudamericanos (no más de 10.000 toneladas al año). Lo iba diciendo frecuentemente a sus "hermanos" del Parlamento. Lo repitió también, con no poca ironía, al periodista Maurizio Costanzo en su entrevista proclama de octubre de 1980: "En Italia la carne tiene un precio promedio de 13 dólares por kilo, incluidos los estrógenos. Si en cambio fuese consentido por los países de la Comunidad el aprovisionarse en los países de América centromeridional, tendríamos la carne libre de estrógenos y a un precio cercano a los 5 dólares el kilo". Más no lo decía ciertamente sólo por hacer el gusto a los administradores italianos. 

Gelli en Uruguay
En 1978 Umberto Ortolani, con saco negro y pantalón blanco, junto a su mujer Marcella, que había deslumbrado a todas las señoras con un collar de siete hilos de perlas al cuello, decidió presentar a Gelli a la sociedad uruguaya en el viejo y decadente hotel Casino Carrasco. Aquella gran cena de primero de año de 1978 era en su honor: su presentación oficial a la sociedad uruguaya. De improvisto, cerca de las 23, la orquesta dejo de sonar. En el fondo del salón apareció Gelli, con traje color crema, sombrero panamá en la cabeza, anteojos con armazón de oro y bastón con pomo de oro centelleante. Caminaba lentamente dando el brazo a su mujer Wanda, enjoyadísima para la ocasión. Ortolani corrió a recibirlo. Él le hizo una seña con la cabeza y comenzó a pasar revista a las mesas para las presentaciones. Hablaba con voz débil y pronunciaba alguna palabra de circunstancia; a todos les deseaba "feliz año". Se aproximó a un diplomático italiano: "¿Cómo están las cosas en Roma?", le preguntó. "No es un buen momento, comendador", respondió el diplomático. "Lo sé, lo sé", dijo Gelli. "Veremos qué se puede hacer para mejorar la situación.

A medianoche en punto brindaron con Moët & Chandon producido en la Argentina. Un general uruguayo vestido con ropas civiles se puso de pie y dio solemnemente la bienvenida al "nuevo amigo italiano" y le auguró "grandes éxitos".

A 25 minutos de vuelo de Buenos Aires, después de haber atravesado el estuario del Río de la Plata, el jefe de la P-2 habla descubierto en el Uruguay un nuevo paraíso para multiplicar sus negocios. Un país que era al mismo tiempo una inmensa caja fuerte para capitales libres de impuestos y de control y una gran hacienda con vista sobre el Atlántico, con las vacas en el pastizal abundante de los gigantescos latifundios y, los turistas cada vez más numerosos sobre las playas de Punta del Este, una localidad balnearia de moda, conocida también como la "Acapulco del Cono Sur". En Montevideo había encontrado a su brazo derecho, Umberto Ortolani, una verdadera potencia financiera, con el acreditadísimo y muy dinámico Banco Financiero Sudamericano (BAFISUD): cinco agencias en la capital y cinco sucursales en el interior del país, una filial sobre la avenida Paulista, en San Pablo, Brasil, y dos oficinas de representación, una en Roma y otra en Ginebra. Desde que lo había comprado, a comienzos de 1970, el BAFISUD no había hecho otra cosa que aumentar su movimiento de dinero hasta alcanzar la cifra récord de 1.50 millones de dólares, con capitales especulativos provenientes sobre todo de Italia, como había admitido el mismo Ortolani ante una comisión del gobierno uruguayo. También los partner del Banco eran importantes: Lavorobank, una financiera luxemburguesa controlada directamente por la Banca Nazionale del Lavoro el Banco de Sicilia; la Cisalpine Overseas Bank de Nassau, de Bahamas, propiedad del Banco Ambrosiano de Roberto Calvi y el Banco Occidental de Madrid, dependiente del Banco Ambrosiano.

El régimen político del Uruguay era sin duda lo mejor que Gelli podía desear. En el poder, después del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, estaban los militares, quienes habían transformado en una dictadura durísima aquella que había sido hasta entonces una isla de civilidad. En el Uruguay, la famosa Suiza de América latina, la mujer había alcanzado la paridad de derechos ya en 1910; el analfabetismo había sido erradicado a fines de 1920 y las instituciones eran un modelo de eficiencia y seriedad. Con los generales, en cambio, habían llegado los escándalos, la corrupción y el peculado. La represión era feroz: cerca de 80.000 personas encarceladas; 60.000 torturadas, 200 muertas bajo tortura; 110 prisioneros oficialmente "desaparecidos"; 15.000 dirigentes políticos proscriptos; 107 decretos de clausura de diarios y revistas. También las condiciones de vida habían empeorado: los salarios habían perdido más del 40 por ciento del poder adquisitivo; 500.000 personas habían sido obligadas a emigrar, los desocupados, sobre un total de 2.800.000 habitantes eran 300.000.

Los únicos sectores que habían recibido ventajas eran el gran capital bancario ligado a la especulación financiera y la industria de la conservación de la carne. En total no más de 150 familias. Gelli, compró en Montevideo una villa en 1978 entre los pinos y eucaliptos de Carrasco. Quizás era menos bella que la de Arezzo, pero también esta tenía de todo: un parque grandísimo que ocupaba toda una manzana, la piscina una veintena de habitaciones y por último un pequeño zoo. La pagó 600.000 dólares. Para reestructurarla y arreglarla empleó más de un año: hizo traer directamente de Italia los preciados mármoles de Carrara, los muebles seleccionados por anticuarios, los cuadros de autores famosos. Para transportarlos usufructuó de las franquicias de los diplomáticos. Amigos en el ambiente no le faltaban, comenzando por el embajador Emiliano Guidotti, toscano como él, siempre a su disposición. Logró también hacerse instalar un teléfono conectado al servicio de telediscado internacional. Otro símbolo de poder-. En el Uruguay no lo tienen más de 80 familias. Y de Estados Unidos se hizo mandar una potentísima radio transmisora.

Aquella villa, transformada en fortaleza, a sólo 300 metros del palacete estilo morisco de Ortolani, se convirtió en el cuartel general de sus negocios en América latina. Organizó diversas recepciones y huésped fijo era el embajador argentino en Montevideo, Guillermo de la Plaza, ya afiliado a la logia secreta, un personaje clave para entrar en contacto con los generales y ministros más influyentes. También se ligó a los halcones de la dictadura: el ministro del Interior, Manuel Núñez; el director de la Escuela Militar, Alberto Ballestrino; el jefe de la policía de Montevideo, Hugo Arregui, que dimitieron tres meses después, a fines de mayo de 1981, porque estaban comprometidos en un grueso escándalo financiero. Logró además acercarse al general Luis Queirolo, jefe de estado mayor del Ejército, el hombre fuerte del régimen. Para congraciarse con él, el 28 de diciembre de 1979 lo hizo condecorar con la. "Gran Croce al mérito con Spade" por el fiel Ortolani, designado el 19 de julio de 1979 embajador de la Soberana Orden Militar de Malta, quitándole a último momento el puesto a un secretario de la embajada de España, el abogado Medina. Asimismo, estrecha amistad con Pablo Pardo Santallanna, al propietario del Banco Comercial la principal entidad bancaria privada del Uruguay, y editor de dos diarios de Montevideo, Mañana y El Diario.

Construida así la red de enlace con las cumbres del país, Gelli creó un imperio de inmuebles y latifundios. "Tierras y departamentos", repetía frecuentemente, "son las inversiones más seguras". En pareja con Ortolani fundó 280 sociedades anónimas, con sede en el edificio Artigas, en el centro de Montevideo. Entre las propiedades más importantes está la Cachorro, y se incluyen además de su villa otra treintena de casas en Carrasco, muchas de las cuales fueron compradas a precios irrisorios a los diplomáticos acreditados en el Uruguay. Compró también departamentos y chalés en Punta del Este y haciendas en el interior del país, sobre todo en el Departamento de Soriano. Igualmente adquirió terrenos para hacer importantes especulaciones, como los 1850 lotes (por un valor aproximado a los 80 millones de dólares) del conocido Club del Lago. Confió la administración de todos estos bienes a un comerciante de Montevideo, Luis Fugasot, a quien, naturalmente, lo inscribió en su logia.

Desde el Uruguay extendió sus ramificaciones al Brasil, a Méjico y a Venezuela, donde adquirió decenas de propiedades en los lugares más elegantes, y una sociedad de import-export. Pero sobre todo Gelli se fijó como objetivo a uno de los 183 propietarios de tierras del Paraguay, otra dictadura de hierro, donde domina de modo absoluto desde mayo de 1954 el general de origen germano Alfred Stroessner que ha fundado su poder en el anticomunismo militante, la rígida aplicación del liberalismo económico el contrabando y la corrupción. El Paraguay debía ser su refugio ideal cuando las cosas se pusieran mal en otro lugar. Stroessner siempre había sido hospitalario con los prófugos millonarios.

Gelli tuvo gran influencia, directa o indirecta, en algunos de los acontecimientos más trágicos de la vida italiana, entre ellos el asesinato del líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, secuestrado en marzo 1978. E incluso se le acusa del asesinato del intelectual Pier Paolo Pasolini.

Participó en la muerte de Juan Pablo I
En 1978, cuando murió el papa Albino Luciani en extrañas circunstancias, Licio Gelli se encontraba viviendo en Buenos Aires, Argentina. Gelli dominaba la P-2 y a través de la P-2 controlaba toda Italia. El papa Juan Pablo I había dicho que iba a terminar con la corrupción en El Vaticano y eso afectaba directamente a seis personas, todas tenían intereses directos con Gelli.

Uno de los seis era el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Jean Villot, nombre masónico Jeanni, número 041/3, se había enrolado en una logia de Zúrich el 6 de agosto de 1966. Otro de los sospechosos era el arzobispo Paul Marcinkus que controlaba el Istituto per la Opere di Religione (IOR), más conocido como Banco del Vaticano. Otro, el banquero Roberto Calvi que en septiembre de 1978, había robado ya más de 400 millones de dólares mediante los negocios de evasión fiscal, las sociedades en el extranjero y las empresas fantasmas. Otro era el banquero Michele Sindona que estaba inculpado de 99 cargos por fraude, perjurio y apropiación indebida de fondos bancarios. Los cargos provenían directamente del colapso del Franklin National Bank. Después de depositar una fianza de tres millones de dólares, Sindona quedó en libertad bajo fianza, con la obligación además de presentarse todos los días en el despacho de un alguacil de policía. El 13 de junio de 1980 fue sentenciado a cumplir 25 años de presidio y a pagar una multa de 200.000 dólares.

El 28 de septiembre de 1978 cuando murió Juan Pablo I  a los 65 años, había seis hombres, el cardenal Paul Marcinkus, el cardenal Jean Villot, Roberto Calvi, el banquero Michele Sindona, el cardenal de Chicago John P. Cody y Gelli que tenían mucho que perder si el papa Juan Pablo I continuaba bajo el solio pontificio. También queda claro que a todos les beneficiaba por igual, aunque por diversos motivos, que el papa Juan Pablo I sufriera una muerte repentina.

Juan Pablo I había tomado decisiones importantes: cortar la vinculación del Banco vaticano con el Banco Ambrosiano, hacer frente a la masonería y a la mafia. La penetración masónica en el Vaticano corría el riesgo de ser descubierta y derrotada.

Y el papa Juan Pablo I, en efecto, murió repentinamente. Murió en algún momento entre las últimas horas de la noche del 28 de septiembre de 1978 y las primeras horas de la madrugada del 29, treinta y tres días después de haber sido elegido. Hora de su muerte: desconocida. Causa de su muerte: desconocida.

El 28 de septiembre de 1978, Luciani cumplía treinta y tres días como sumo pontífice de la Iglesia católica. En poco más de un mes se había embarcado en diversos procesos que, de haber llegado a culminar, hubieran ejercido unos efectos directos y vitalizadores en la humanidad en general. La gran mayoría habría secundado y aplaudido los proyectos de Luciani, pero para una pequeña minoría de líderes masones la conclusión de estos proyectos hubiera resultado devastadora. Albino Luciani, hombre que se había ganado de inmediato el apelativo cariñoso de «papa de la sonrisa», se proponía, aquel 28 de septiembre, que la sonrisa desapareciera para siempre de un grupo de gente concreta.

El 29 de enero de 1979 fue asesinado, oficialmente por subversivos, el juez Emilio Alessandrini, cuando investigaba las actividades del Banco Ambrosiano; además, pocas horas antes de ser asesinado, interrogaba a un ex jefe del SID en relación a falsos testimonios suyos y de altos oficiales, de Andreotti, en el proceso por el atentado de la plaza Fontana.

En 1979, Gelli estuvo implicado en Italia del atentado a un periodista, que apareció muerto a tiros en su auto, Mino Pecorelli, el director del Osservatore Político (el O.P.). El O.P. venía publicando asuntos escandalosos con muy buena puntería, como un artículo titulado «La gran logia del Vaticano». El artículo mencionaba los nombres de 121 personas a las que se acusaba de pertenecer a logias masónicas. Aunque la lista incluía los nombres de algunos seglares, estaba mayoritariamente formada por cardenales, obispos y otros altos dignatarios de la Iglesia.

Desde tiempos remotos, la Iglesia católica se había declarado en contra de la masonería. Ser masón significaba la automática excomunión para todo católico.

En enero de 1980, el Banco Ambrosiano de América del Sur abrió sus puertas en Buenos Aires. Prácticamente no existía ninguna actividad bancaria, pero a través de esta rama del gran árbol del imperio de Calvi se obtuvo la financiación para la compra de los misiles Exocet por parte de Argentina. También por el mismo conducto llegaron fondos para la compra de armas destinadas a otros regímenes de Sudamérica. A través de las gestiones de Gelli, Argentina adquirió tanques, aviones, barcos, sistemas de detección por radar y, más adelante, los fatídicos misiles Exocet.

El poderoso líder de la P-2 fue condenado en Italia, años después, por apropiarse de secretos de Estado, calumniar a magistrados e intentar desviar las investigaciones por el atentado a la estación de Bolonia en 1980.

Respecto a su socio, el también masón Michele Sindona, Thomas Griesa, el juez federal de Nueva York dispuso en junio de 1980, que Sindona cumpla una pena de 25 años de prisión, una vez que el jurado lo encontró culpable de 65 cargos vinculados con la quiebra fraudulenta del Franklin National Bank, de Nueva York.

La quiebra del Franklin fue considerada la más grande en la historia de los Estados Unidos, ya que ese banco era el número 20 por su tamaño. Sindona había tomado el control de la institución gracias a una transferencia ilegítima de 40 millones de dólares que había recibido desde Italia, su país de origen, donde manejaba otras importantes entidades financieras.

La pena impuesta por Griesa fue la más dura conocida hasta ese momento para un delito “de guante blanco”, y el juez declaró que había tomado en cuenta, para fijarla, la muy alta posición que Sindona había alcanzado en la comunidad de negocios internacional y la utilización de su influencia para propósitos delictivos.

En enero de 1981, Licio Gelli figuraba entre los huéspedes de honor a la toma de posesión del ya presidente Ronald Reagan.

La lista de la P-2
El gran escándalo que dio a conocer a Gelli en el mundo se desencadenó en marzo 1981, cuando los jueces que investigaban el caso de Michele Sindona, ordenaron el registro de su villa en Arezzo. Allí encontraron una lista con 962 nombres de los miembros de la logia P-2: una influyente red donde confluían políticos, jueces, empresarios, periodistas, jefes de los servicios secretos y altos mandos militares. Incluía tres ministros, los dirigentes de los servicios secretos, 218 oficiales del Ejército y Policía, 18 altos magistrados, 49 banqueros, 120 empresarios, entre ellos el editor del Corriere della Sera, Angelo Rizzoli, 44 parlamentarios y 27 periodistas. El escándalo tuvo una enorme repercusión. Entre los empresarios figuraba un desconocido milanés, Silvio Berlusconi, quien llegaría a ser años más tarde el hombre más rico de la península y premier. También figuraban veinte argentinos, entre ellos el almirante Emilio Massera, el general Carlos Suárez Mason, José López Rega y el presidente de la Cámara de Diputados durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón, Raúl Lastiri. De Silvio Berlusconi, también inscrito a la P-2, llegó a decir Licio Gelli: «Solo Berlusconi puede seguir mi proyecto, el único que puede seguir adelante en la política de este país».

Se reveló que la sociedad secreta tenía más de mil miembros sólo en Italia. Sin embargo, estos mil miembros eran sólo la punta del iceberg. El S.I.S.M.I. (Servicio Militar de Inteligencia de Italia) calcula que la cifra verdadera se aproxima a los dos mil. El propio Gelli, por su parte, afirmó que la P-2 tiene unos dos mil cuatrocientos miembros en Italia. Sea cual fuere la verdad, lo cierto es que varios servicios de inteligencia europeos coinciden en señalar que la identidad de la mayoría de los miembros de la P-2 está todavía por revelarse, y que en sus filas figuraban trescientos de los hombres más poderosos de lo que el siglo XX se complace en calificar como el mundo libre.

Este hallazgo conmocionó a la vida pública italiana y provocó la dimisión del entonces primer ministro, el democristiano Arnaldo Forlani.

El 22 de mayo de 1981 Gelli pasó a ser uno de los hombres más buscados del mundo, con un mandato de captura por espionaje; estuvo prófugo más de un año.
Un año después, en mayo de 1982, con la Guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina en pleno apogeo, Licio Gelli, un prófugo, un delincuente, requerido bajo numerosas acusaciones, regresó tranquilamente a Europa para ayudar a sus amigos argentinos. Los primeros misiles Exocet que Gelli compró para la junta militar demostraron ser un arma devastadora contra los invasores británicos. Se instaló con Ortolani en una villa de Cap Ferrat, y empezó a negociar secretamente con varios traficantes de armas y con Aerospaciale, la empresa que fabricaba los misiles.

Los servicios de inteligencia británicos se enteraron de estas gestiones y alertaron a sus colegas del servicio secreto italiano, quienes rápidamente se cernieron sobre la villa de Cap Ferrat. Sin embargo, no pudieron llegar hasta Gelli. Los agentes del servicio secreto francés se encargaron de que Gelli no pudiera ser arrestado, lo que demuestra el poder del Titiritero.

Mientras negociaba con diversos suministradores potenciales de misiles, Gelli se mantenía en contacto con Calvi, a diario. Los dos masones todavía tenían mucho en común. Durante la segunda semana de junio de 1982, Calvi, al igual que Gelli, se había convertido en un fugitivo. Con su imperio ambrosiano al borde de la bancarrota, Calvi había huido de Italia, desplazándose primero a Australia y después a Londres.

En tanto, Roberto Calvi -que escapó del país con un pasaporte falso- fue hallado poco tiempo después ahorcado bajo el puente Blackfriars (frailes negros) junto al distrito financiero de Londres. En sus bolsillos llevaba cinco kilos de piedras y ladrillos y US$11.700.

Calvi apareció «suicidado» entre el 17 al 18 de junio de 1982, el mismo día en que el general Galtieri era reemplazado como presidente de Argentina por el general Bignone. Calvi era miembro de la logia masónica P-2, cuyos miembros se llamaban a sí mismos “frailes negros”. La soga tenía un nudo masónico. A los pocos días de este macabro descubrimiento, se descubría algo más frío, números escuetos: un agujero de 1.300 millones de dólares en el Banco Ambrosiano.

Unas horas antes de que Calvi muriera, su secretaria, Grazella Coorocher, también fue «suicidada»: cayó a la calle desde la ventana del cuarto piso de la sede central del Banco Ambrosiano, en Milán. La «nota de suicidio» que dejó la desafortunada, llena de maldiciones contra Roberto Calvi, fue hallada por Roberto Rosone, que todavía se apoyaba en dos muletas para andar, después del atentado que casi le costó la vida. Unos meses más tarde, el 2 de octubre de 1982, Giuseppe Dellacha, un ejecutivo del banco, también murió «suicidado» cayendo desde una ventana de la sede central de Milán. A pesar de que se presentaron cargos contra cinco personas, todos fueron absueltos después de un juicio.

El Banco del Vaticano nunca admitió ninguna responsabilidad por el colapso del Ambrosiano. Pero una comisión conjunta entre la Santa Sede y el gobierno de Italia admitió una responsabilidad moral en la quiebra. En 1984, el IOR otorgó una contribución voluntaria a los acreedores del Ambrosiano por 406 millones de dólares.

Marcinkus murió en 2006 en El Vaticano protegido por el papa polaco. Su figura inspiró al personaje del arzobispo Gilday en la cinta El Padrino III, de Francis Ford Coppola.

Además del caso del Ambrosiano, Gelli estuvo involucrado en numerosos escándalos. Entre ellos figura el famoso Tangentópolis (sobornos a empresas por parte de la mafia italiana).

Con un pasaporte falso, argentino, Gelli se desplazó en avión a Madrid y de Madrid a Ginebra, el 13 de septiembre de 1982. Una vez en el banco, presentó su falsa documentación y se le informó de que habría un ligero retraso. Minutos después fue detenido. Había caído en una trampa cuidadosamente preparada. Le habían congelado la cuenta a requerimiento del Gobierno italiano, advertido por el Gobierno suizo de la verdadera identidad del titular de dicha cuenta.

La cuenta la había abierto Roberto Calvi a favor de Gelli. Calvi había vertido en dicha cuenta más de cien millones de dólares. En el momento en que fue arrestado, Gelli trataba de conseguir que los 55 millones de dólares que quedaban en la cuenta le fueran transferidos a Uruguay.

Los procedimientos para la extradición empezaron de inmediato, con Gelli que cantaba la misma canción que en su momento cantaron Sindona y Calvi: «Soy víctima de una persecución política, de un complot izquierdista». Mientras los magistrados suizos ponderaban el problema de la extradición, Licio Gelli fue trasladado a una cárcel suiza de máxima seguridad, en Champ Dollon.

Con Italia a punto de enfrentarse con unas nuevas elecciones generales en junio, la comisión parlamentaria que había investigado la actuación de la logia P-2 cesó en sus funciones. El partido democristiano presentaba al menos cinco miembros de la logia como candidatos a las elecciones. La signorina Tina Anselmi, que había sido la presidenta de la comisión investigadora, fue interrogada para que diera su opinión sobre la P-2, después de haber dedicado dos años a hurgar profundamente en los secretos de la sociedad secreta. La signorina declaró:

“La P-2 no está muerta ni mucho menos. Todavía es poderosa. Sus miembros trabajan en las instituciones, se mueven en la sociedad. La logia tiene dinero, medios e instrumentos a su disposición. También tiene amplios centros operativos de poder en Sudamérica. Todavía está en situación de condicionar, al menos en parte, la vida política italiana”.

La evidencia disponible confirma abrumadoramente la validez de las afirmaciones de Anselmi. Cuando llegaron a Argentina las primeras noticias de que Gelli había sido arrestado, el almirante Emilio Massera, miembro de la junta de gobierno, señaló: «El señor Gelli ha rendido unos invalorables servicios a Argentina. Este país tiene mucho que agradecerle y siempre estará en deuda con él».

El almirante Massera, al igual que el general Carlos Suárez Mason, comandante en jefe de las fuerzas armadas, y que el organizador de los escuadrones de la muerte de Argentina, José López Rega, es miembro de la sección argentina de la P-2. En Uruguay, la P-2 incluye entre sus miembros al comandante en jefe de las fuerzas armadas, el general Gregorio Álvarez.

P-2 el informe parlamentario italiano
La Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores de Italia, ante la magnitud del escándalo protagonizado por Licio Gelli, designaron una comisión bicameral presidida por Tina Anselmi, que trabajó durante dos años, con la ayuda de cuarenta, “comisarios" especializados, para desenredar los hilos del affaire.

El 20 de mayo de 1984 se publicó el texto del informe de la Comisión Anselmi en la revista L'Espresso. Es la síntesis de unas 500.000 páginas de documentos, testimonios y declaraciones acumuladas por los investigadores, que ocupan un salón entero del Parlamento italiano y es custodiado día y noche por guardias armados. El Informe Anselmi revela entre otras cosas, las conexiones civiles y militares de la Logia P-2 en el Estado italiano y el grado de peligrosidad que alcanzó la organización dirigida por Gelli en sus intentos de desestabilizar las instituciones republicanas. Las vinculaciones de la logia se extendían al mundo financiero, a los servicios secretos, a la magistratura judicial, al periodismo, etc. La comisión del Parlamento italiano que lo investigó le endilgó contactos con servicios secretos de 32 países.

A la espera de ser extraditado a Italia, donde se habían abierto decenas de procesos judiciales en su contra por diversos delitos, el ex jefe de la logia más exclusiva de la masonería italiana logró fugarse de la cárcel suiza el 10 de agosto de 1983. En Champ Dollon se descubrió que había un prisionero menos que el día anterior. Licio Gelli se había escapado. Las autoridades suizas, en un intento por tapar su ineptitud (sólo sirven para vigilar bancos), quieren cargar la culpa a un guardia corrompido, Umberto Cerdana, quien oficialmente recibió un ridículo soborno de poco más de seis mil libras esterlinas por parte de Gelli. Si cualquier lector de este artículo cree de verdad que Gelli pudo escapar de la cárcel de Suiza gracias a la ayuda de un único guardia, entonces también es probable que crea que el papa Juan Pablo I murió de muerte natural. ¿Es creíble que un guardia acepte el equivalente de cuatro meses de sueldo por cometer una acción que le acarreará siete años y medio de prisión?

Nueve días después de haberse fugado Gelli, las autoridades suizas concedieron la orden de extradición presentada por Italia. El problema consistía en que no había Gelli ninguno a quien enviar a Italia. Conducido primero a Francia por su hijo, en un BMW alquilado, Gelli y su hijo fueron transportados después a Montecarlo en un helicóptero cuyo piloto no sabía quiénes eran. La excusa que le dieron al piloto para desviarse de Niza (primer destino indicado) y aterrizar en Montecario fue que a Gelli le dolían las muelas y necesitaba con urgencia que le atendiera un dentista. En un yate propiedad de Francesco Pazienza, un hombre que afirma haber sido buen amigo del difunto Roberto Calvi, Gelli se fue a buscar un buen dentista a Uruguay.

Las elecciones italianas de junio de 1983 dieron como resultado que Bettino Craxi, se convirtiera en primer ministro. Al recibir la noticia de que Gelli había escapado, señaló: «La fuga de Gelli confirma que el Gran Maestre tiene una red de poderosas amistades».

En 1984 Gelli vivía tranquilamente en una estancia, a pocos kilómetros de Montevideo. En Uruguay se ha documentado la participación protagónica de Gelli en escándalos financieros durante la dictadura militar de ese país, en especial con su compatriota Mario Ortolani, que se desempeñaba en Montevideo como Embajador de la Soberana Orden de Malta (con la cual el régimen uruguayo mantenía relaciones diplomáticas). El escándalo subsiguiente llevó a la prohibición de las sociedades secretas durante la década los 90, entre ellas la francmasonería, en Italia y el encarcelamiento domiciliario de Gelli.
Respecto a su socio y masón Michele Sindona, murió en la cárcel en 1986. Le sirvieron un café con cianuro.

El robo de las manos de Perón
En 1987, desconocidos ingresaron a la bóveda de Juan Domingo Perón, en el Cementerio de la Chacarita abrieron el ataúd y con una sierra eléctrica le cercenaron las manos al cadáver.  

Luego pidieron una recompensa de 8 millones de dólares, que nunca fue pagada. Hasta el momento las manos no han aparecido y todo ha quedado en una nube de especulaciones.

Los profanadores enviaron un mensaje a diputados peronistas para pedir el rescate. La firma era: "Hermes lai y los 13". Hermes (o Thot) es el dios de los muertos en la mitología egipcia, y 13 son las partes en las que se divide el cuerpo humano.

Se afirma que esto fue idea del jefe de la logia italiana Propaganda Due, Licio Gelli, afirmando que el atentado se hizo para obtener un anillo donde en su reverso se encontraban los números de varias cajas de seguridad en Suiza.

Gelli se entregó en setiembre de 1987 a la Justicia en Ginebra, Suiza, país que se comprometió a su extradición, pero sólo por motivos de delitos financieros. De Ginebra fue extraditado a Italia en febrero de 1988, año en el que obtuvo la libertad por sus problemas de salud.

En 1989 Gelli escribió un libro titulado La verdad, en el que intentó defenderse y denunció una "marea de mentiras" sobre su persona. Por supuesto nadie le creyó.

En mayo de 1990 comenzó en Milán el juicio por la quiebra y fraude del Banco Ambrosiano. En abril de 1992, en el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano, el Banco vaticano (el IOR) es “responsable de distracción, ocultación, disipación y, en cualquier caso, de destrucción” del patrimonio del Banco Ambrosiano. La quiebra supuso un agujero de unos 1.200 millones de dólares. En el mismo juicio es condenada la cúpula de la logia P-2: 19 años de cárcel para Umberto Ortolani, 18 años y medio para Licio Gelli, que fueron reducidos a doce por el Supremo italiano.

Su sentencia fue reducida en apelación. Dos años más tarde se levanta el cargo de intento de desestabilización pero recibe condena de 17 años por difamación, delitos financieros y robo de documentos secretos. En abril de 1998, cuando la Corte Suprema confirmó la condena de 12 años de prisión en su contra, Gelli gozaba de semilibertad en su villa de Wanda, en Arezzo, de donde huyó para ser detenido de nuevo en Cannes (Francia) cuatro meses después. Desde entonces y hasta su muerte vivió bajo arresto domiciliario en Toscana.

Como gran maestro de la logia Propaganda Dos extendió sus tentáculos a todos los sectores del poder. La P-2 era mucho más que una logia, era una especie de gran edificio de la impunidad, construido sobre secretos y archivos, realizando numerosos delitos.

En 1993, estalla en Italia el escándalo de corrupción política conocido como Tangentopolis y el suicidio de dos investigados: Gabriel Cagliari y Raúl Gardini por el denominado caso Enimont, vuelve a poner los reflectores judiciales en las cuentas del banco Vaticano. Ambos, Cagliari y Gardini, tenían cuentas en el banco Vaticano. Se sospecha de Licio Gelli.

El 4 de mayo de 1998, en el Vaticano, en el apartamento del nuevo comandante de la Guardia Suiza, aparecen tres muertos encharcados en sangre: el propio comandante Alois Estermann, su mujer Gladys Meza y el vicecabo Cédric Tornay. Estermann era el candidato del Opus Dei a controlar la Guardia Suiza y la seguridad dentro del Vaticano. Se sospecha que Gelli también tuvo que ver en estas muertes.

En carta enviada a la Academia de Suecia, el comentarista de L’Osservatore Romano, Gino Concetti, teólogo y moralista franciscano, propone a Gelli como Nobel de poesía. Y escribe en Il Corriere della Sera el 13 de mayo de 1998: “Licio Gelli es el poeta de la sensibilidad familiar, de la naturaleza, de la cosmicidad, y sobre todo de la libertad, de la dignidad y de los derechos de la persona, de la paz, de la justicia y de la solidaridad humana. Estos valores brillan en su lírica como rayos de sol, como impetuosa energía que hace avanzar a la sociedad hacia formas de convivencia cada vez más perfectas”.

Concluye el teólogo vaticano: “Licio Gelli es verdaderamente el poeta profeta, el testigo iluminado que anuncia a las nuevas generaciones el mensaje de la esperanza. Por sus indudables valores artísticos y por la sublime calidad de sus contenidos merece ser condecorado con el premio Nobel de la poesía”.

Por algunos de los delitos en que se vio implicado fue condenado y pasó algún tiempo en la cárcel. Pero casi siempre vivió y maniobró desde su lujosa villa de Arezzo, rodeada de tres hectáreas de olivos, viñas y bosque. Hurgando en las macetas de su jardín en 1998, los servicios secretos encontraron escondidas 179 barras de oro con un peso total de 168 kilos, cuyo origen nunca fue establecido con certeza. Era solo una parte de su tesoro, mucho más de lo que pudo haber ganado por su actividad de un tiempo como empresario de colchones.

En noviembre de 2008 rechazaron a Gelli en la TV italiana. El Titiritero Licio Gelli, gran maestro de la masonería italiana, intentó reaparecer públicamente como presentador de un programa de televisión que iba a emitirse en el canal privado Odeon TV.

Apenas se enteraron del programa que estaba a punto de emitirse, con Licio Gelli como conductor, estalló la polémica, indignación y alarma en amplios sectores de Italia y en la oposición de centroizquierda. "Amargura y desconcierto" fueron expresados por la Asociación de Familiares de las víctimas de la masacre realizada a las 10 y 25 minutos de la mañana, del 2 de agosto de 1980 en Bolonia, donde una bomba mató a 85 personas e hirió a más de 200. Según el presidente de esta asociación, "conceder tribunas a semejantes figuras empeñadas en hacer de todo para impedir que la magistratura descubra a ejecutores y mandantes de las masacres nos indigna y nos preocupa".

El jefe de la logia masónica P-2, de 89 años, iba a ser la "voz narrante" de la transmisión televisiva, titulada "Venerable Italia" donde contaría su versión de la historia de Italia. Por supuesto, el Canal tuvo tanta presión que el programa nunca se emitió.

El atentado de Bolonia
La explosión afectó a tres plantas de la estación y a la cafetería y sala de espera de los pasajeros, provocó el desprendimiento de algunos bloques de piedra que cayeron sobre el tren que une Ancona-Basilea, que en esos momentos iniciaba su salida de la estación. Se sabe que se trató de terrorismo de extrema derecha, pero nadie ha pagado por ello (sólo tres neo-fascistas fueron condenados por haber puesto la bomba y ya no están en la cárcel).

La organización terrorista Ordine Nuovo fue acusada de ello, y dos agentes del servicio secreto italiano (SISMI) y el presidente de la Logia Masónica P2, Licio Gelli, fueron imputados por dificultar la investigación. Los peritos revelaron que la bomba estaba en una maleta abandonada que detonó por una mezcla de TNT y T4.

Inmediatamente después del atentado, el Gobierno presidido por Francesco Cossiga y las fuerzas de policía atribuyeron la explosión a causas fortuitas y, más tarde, la atribuyeron a las Brigadas Rojas. Gracias al impulso civil de la Asociación de familiares de víctimas de la matanza de la estación de Bolonia se llegó poco a poco a descubrir que los verdaderos culpables habían sido los masones dirigidos por el Gran Maestre Licio Gelli, cuyo nombre clave en la logia era El Titiritero. Se detuvo a muchas personas, uno de los sospechosos, el neofascista Vincenzo Vinciguerra declaró que una "estructura oculta", "dentro del Estado mismo" y vinculada con la OTAN, estaba dando una "dirección estratégica" a todos esos atentados. Esta organización se dio a conocer bajo el nombre de Gladio. Curiosamente, la red Gladio estaba integrada en su mayoría por masones bajo la supervisión de Licio Gelli.

Según la versión de un antiguo seguidor de Gelli, el neofascista arrepentido Elio Ciolini, este último atentado fue planeado en una reunión de cofrades masones de la P-2 que se celebró en Montecarlo el 11 de abril de 1980. Licio Gelli en persona ofició de Gran Maestre en dicha reunión. Siempre según el testimonio que prestó Elio Ciolini bajo juramento, tres de los presuntos responsables del atentado contra la estación de ferrocarril son Stefano della Chiaie, Pierluigi Pagliani y Joachim Fiebelkorn.

En la última etapa de su vida, Licio Gelli soñaba con ser recordado como un patriota y un poeta. Improbable lo primero e imposible lo segundo.

Gelli se casó dos veces, la primera con Wanda y la segunda con Gabriella, tuvo cuatro hijos: Raffaello, Maurizio y Maria Rosa. Su cuarta hija, María Grazia, murió en un accidente de auto en 1988. Gelli se llevó a la tumba sórdidos secretos que hubieran avergonzado hasta al más duro de los delincuentes.

Dada su edad y su delicado estado de salud se le concedió el arresto domiciliario, que cumplió en la villa en la que falleció.
 
La Logia masónica P-3
Muchos ingenuos creyeron que con la desarticulación de la logia masónica P-2 se terminaba la corrupción en el más alto nivel.

Luego del escándalo de la conocida P-2, se hizo público el escándalo de la Logia P-3, en la que se involucró al empresario Flavio Carboni. A Carboni ex miembro de la P-2 se lo acusó de crear una organización que agrupaba a empresarios, mafiosos, políticos y jueces que apuntaba a favorecer al “Cesare” -tal como se identifica a Silvio Berlusconi en las escuchas telefónicas- ante distintos conflictos.
La logia masónica P-2, que tuvo como miembro a Berlusconi, cuando aún no incursionaba en política, dejó un remanente de afiliados que dio pie a su resurgimiento cuando el empresario Flavio Carboni, de 78 años, fue arrestado en Italia el 8 de julio de 2010 por orden del juez de Roma que investigaba un escándalo de corrupción en la realización de parques eólicos en la isla de Cerdeña. La orden de arresto implica a dirigentes del PDL, el partido de Silvio Berlusconi, en una conspiración secreta para influenciar el voto del Tribunal Constitucional sobre el laudo Alfano, la ley de impunidad de altos cargos que el Gobierno presentó en 2009 y que fue declarada inconstitucional.

Carboni, a quien se le conoce como “il faccendiere dei misteri” (fijador de misterios) fue acusado en 1998 del asesinato de Roberto Calvi en 1982, “El Banquero de Dios”, absuelto de ese crimen, sirvió 8 años por su participación en el colapso del Banco Ambrosiano, en su momento el segundo más grande de Italia.

Junto a Carboni fueron detenidos un ex dirigente democristiano, Pasquale Lombardi, y el empresario napolitano Arcangelo Martino. Están acusados de formar una “asociación secreta destinada a realizar una serie indeterminada de delitos, influir en decisiones políticas, pilotar procesos, decidir los nombramientos de componentes de órganos del Estado de relieve constitucional y condicionar el funcionamiento de esos órganos del Estado”.

En la orden de arresto, el juez explica que el 23 de septiembre, a pocos días de la decisión del Constitucional sobre la ley de impunidad, hubo una reunión de los tres detenidos en la casa del coordinador del PDL, Denis Verdini, en la que se estableció un “intento de acercamiento a los jueces del tribunal” para lograr un veredicto positivo sobre la ley Verdini, mano derecha de Berlusconi, está acusado de lavado de dinero en el ámbito de la investigación inicial, que explora la adjudicación ilegal de contratos para la realización de parques de energía eólica en Cerdeña. Según el juez, los arrestados formaron un comité de negocios que captó enormes cantidades de capital de empresarios sicilianos, calabreses y campanos presuntamente ligados a las mafias de esas regiones sureñas.

Tras las detenciones los analistas se preguntaron sobre la posibilidad de que Propaganda Due siga operando, sana y salva, en Italia, y que esta sea una señal, un daño colateral de su continuo tejemaneje de la política italiana que en sí misma, ya, tiende a la mafia. Así fue como esta renovada agrupación delictiva de masones pasó a llamarse P-3. Berlusconi logró salvarse y se presume que era el jefe oculto de Flavio Carboni.

El gran maestre de la orden oriental masónica, Licio Gelli, en 2003, hizo al respecto, unas declaraciones al diario La Repubblica: Cada mañana le hablo a mi conciencia y el diálogo me calma. Veo el país, leo los periódicos y pienso: “Todo se está realizando poco a poco. Para ser sinceros yo debería de tener los derechos. Justicia, TV, orden público. Escribí sobre esto hace treinta años… Berlusconi es un hombre extraordinario, un hombre de acción. Esto es lo que Italia necesita, no un hombre de palabras, sino un hombre de acción”.

Sin duda sospechosas declaraciones de un hombre que tuvo en su logia a “Il Cavaliere” antes de que este entrara a la política.

Se desmantela la Logia P-4
Cada 15 o 20 años, Italia tiene la buena costumbre de emprender una limpieza a fondo. Luego todo continúa igual o peor, pero lo cierto es que la limpieza se hace. Sucedió a principios de los años noventa con el juicio en Palermo por asociación mafiosa contra el divino Giulio Andreotti y el maxi proceso milanés llamado Mani pulite o Manos limpias. Y luego surgió el gigantesco escándalo destapado por la fiscalía de Nápoles, un caso que es casi una novela negra, repleta de nombres de jerarquía, basura y extraños movimientos en la oscuridad.

Hasta el 2011 nadie en Italia conocía a Luigi Bisignani. De un día para otro, cuando fue condenado a arresto domiciliario el 15 de junio de 2011 los italianos han descubierto que un perfecto desconocido lleva años acaparando grandes cuotas de poder en los más importantes despachos romanos, tejiendo una poderosa red de espionaje y de chantajes que podría haberle permitido dirigir los destinos de todo un país desde la sombra.

Luigi Bisignani sería el jefe de la organización delictiva masónica conocida como logia P-4. La investigación judicial sobre la logia masónica P-4 reveló los detalles más siniestros sobre la sociedad secreta instalada en palacio Chigi que controlaba el país espiando y chantajeando a políticos, periodistas, magistrados, empresarios e instituciones.

El protagonista central es Luigi Bisignani, un oscuro faccendiere (intermediario) romano nacido en 1953 que desde muy joven estuvo inscrito en la logia masónica P-2 y fue condenado por corrupción en los años de Tangentopolis. Pese a ello, los fiscales sostienen que, desde hace años, ha ejercido su enorme poder en la sombra desde un discreto despacho situado en palacio Chigi, la mismísima sede de la presidencia del Gobierno.

Dos fiscales de Nápoles llevaban un año indagando sobre esta gigantesca red de “influencias y chantajes” a pocos metros de la oficina de Silvio Berlusconi. Los magistrados han tomado y siguen tomando declaración a más de un centenar de testigos. Los implicados y posibles beneficiarios se cuentan por decenas.

Entre los nombres ilustres que aparecen en las escuchas telefónicas y han sido investigados o llamados a declarar están el número dos del Gobierno, Gianni Letta; el ministro de Economía, Giulio Tremonti; sus colegas (las tres mujeres) titulares de Educación, Medio Ambiente e Igualdad; el presidente de Ferrari, Luca Cordero de Montezemolo, y los consejeros delegados de ENI, Finmeccanica, Correos y Ferrovie dello Stato, además de varios altos cargos de la magistratura y de los servicios de inteligencia.

El auto judicial que ordenó el arresto domiciliario de Bisignani le acusa de haber formado una sociedad secreta contraria a la ley Anselmi (es decir, de sello masónico) que informaba directamente a Giani Letta. En Roma se dice que Bisignani sería el jefe del todopoderoso Dottore Letta, hombre dialogante y discreto, y fiel escudero de Silvio Berlusconi. Además de ser secretario de Estado de presidencia del Gobierno, Letta, de 75 años, es Gentilhombre de su Santidad.

Pero la jerarquía entre los tres no está todavía clara. Letta encarna la prolongación del viejo poder vaticaliano y democristiano; exactor y ex periodista, trabajó desde los años setenta para Berlusconi, y este le ha señalado a menudo como el mejor candidato a la presidencia de la República. A la vez, Letta es un hombre del Vaticano, el tejedor que engrasa las relaciones con la curia y con el Quirinal. Pero un día alguien preguntó a Berlusconi por Bisignani, y dijo: “Es más potente que yo”.

Bisignani fue prohijado por Giulio Andreotti a la muerte de su padre. Empezó siendo redactor en la agencia ANSA, pero acabó expulsado del colegio profesional tras ser condenado por corrupción en el escándalo de las comisiones de Enimont. Su gran momento de fama se produjo cuando fue cazado mientras ingresaba 9.000 millones de liras en el IOR, el banco vaticano, a nombre de una supuesta asociación para los niños pobres.

En teoría, su único oficio conocido es dirigir la tipografía ILTE, que edita las páginas amarillas. Además, ha escrito algunas novelas de espías. Los jueces creen que es más bien el sucesor del venerable maestro masón de la P-2 Licio Gelli.

El principal acusado fue interrogado, y ha confirmado ya a los fiscales que un diputado del Pueblo de la Libertad, el fiscal en excedencia Alfonso Papa, era su topo en algunas fiscalías, y le ponía al corriente de los procesos penales en curso contra, entre otros, el propio Letta; Denis Verdini, coordinador y banquero del PDL, y el movimiento católico Comunión y Liberación.

Il Dottor Letta, en todo caso, no resulta de momento imputado en el escándalo. Aunque Berlusconi ha defendido su inocencia atacando a los fiscales por “inventarse” las acusaciones, también ha manejado la idea de hacerle senador vitalicio (honor que tiene también Andreotti) para dotarle de algún tipo de inmunidad.

Los jueces han solicitado permiso al Parlamento para enviar a la cárcel al diputado Papa y la captura de un suboficial de los Carabineros, Enrico La Monica, que desde hace unos meses vive en Senegal.

La investigación se conoce como P-4 porque Bisignani estuvo inscrito en la Logia Propaganda 2, fundada por Gelli y en la que Berlusconi tuvo el carné número 1.816. Para hacerse una idea del poder de Bisignani basta con conocer la opinión del ex fiscal Gerardo Colombo, que dirigió la acusación pública en los casos P-2 y Tangentopolis y tuvo contacto habitual con Bisignani. Colombo ha recordado que, cuando pidió su captura en 1993, “Bisignani se encontraba en Londres, pero Scotland Yard nos dijo que llamaron a su puerta y, como no lo encontraron, se marcharon”.

Según ha resumido Ezio Mauro, el director de La Repubblica, “el berlusconismo ha favorecido la infiltración en los ganglios del Estado de personajes típicamente italianos que nombran dirigentes clave en los servicios secretos, los ministerios y las empresas más importantes, la policía, la magistratura, con el objetivo de chantajear y condicionar a políticos y poner y quitar consejeros delegados. La pregunta es cómo es posible que eso ocurriera desde un despacho de palacio Chigi”.

A Luigi Bisignani, ex miembro de la P-2, se lo señala como lobbysta a favor del controvertido Il Cavaliere. El caso se presenta en los medios italianos como P-4, debido a que En el actual caso, Bisignani, asesor de Il Cavaliere, está acusado por la fiscalía de Nápoles de montar una “asociación secreta” para delinquir a través de “informes falsos” que utilizaba para “chantajear, hacer nombramientos en el Parlamento, ejercer presiones, estrechar relaciones, hacer negocios e influir a las instituciones”.

Bisignani extorsionaba a funcionarios y legisladores. En las recientes escuchas telefónicas investigadas por la Justicia italiana se le oye dar órdenes a ministros y líderes empresariales. Los llamados siempre apuntaron a prevenir evitar la caída del gobierno de Berlusconi. Asimismo se lo relaciona como el poder detrás de la sombra del número dos del Gobierno, el ministro de Economía Gianni Letta.

Bisignani Il Faccendiere, hijo de un directivo de Pirelli el 19 de febrero de 2014 por un artilugio legal fue nuevamente puesto bajo arresto domiciliario. 

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