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miércoles, 25 de noviembre de 2015

SE CUMPLEN 5 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE MIGUEL FITZGERALD, EL PILOTO CIVIL QUE FUE EL PRIMER ARGENTINO EN VOLAR A LAS ISLAS MALVINAS

El 25 de noviembre de 2010 a los 84 años nos dejó este valiente que logró una hazaña sin igual. El 8 de septiembre de 1964, el día de su cumpleaños, este hijo de irlandeses piloteando una avioneta Cessna 185 luego de volar 3 horas y 15 minutos aterrizó en las Malvinas, plantó la bandera argentina, le entregó un mensaje al gobernador que usurpaba las islas que decía: “Yo, Miguel Fitzgerald, con todo el derecho que me da ser ciudadano argentino, les exijo que se retiren de las Islas Malvinas”. Luego despegó y volvió al continente ante la sorpresa de los kelpers. Todo lo hizo en 15 minutos.

Miguel Fitzgerald junto
al Cessna 185 que hizo
aterrizar en las Islas
Malvinas, usurpadas
por Inglaterra.
El piloto Miguel Lawler Fitzgerald era un argentino nacido en Buenos Aires, hijo de padres irlandeses, nació el 8 de septiembre de 1926 y falleció el 25 de noviembre de 2010, fue el primer argentino en volar a nuestras Islas Malvinas usurpadas desde 1833 y plantar la Bandera Argentina el 8 de septiembre de 1964. Lo hizo solo y el día de su cumpleaños, piloteando un avión monomotor Cessna 185 (260HP), matrícula LV-HUA.

En sus narraciones de este hecho histórico, dice que fue solo una ocurrencia que tuvo, sin darle demasiada importancia, hizo algo que creía que debía hacerse, que solo lo llevó a cumplir un sueño que tuvo.

Distancias desde la República
Argentina a las Islas Malvinas.
Fitzgerald decía que ser piloto civil, es una vocación, a los seis años tenía esos sueños, a los 16 años voló planeadores y a los 20 años, aviones con motor.

Era un avezado piloto, en el año 1962 había realizado otra hazaña, fue el primer vuelo de Nueva York a Buenos Aires sin escalas con un monomotor Cessna 210 (260HP). En ese mismo año voló desde Miami, Estados Unidos a Manila, Filipinas, en el mismo avión y con escalas en Alaska y Tokio, Japón. Lo realizó en menos de 65 horas.

Trabajó en Aerolíneas Argentinas, hizo fotografía aérea, taxi aéreo, remolque de carteles y aclara que “menos fumigación y contrabando, hice de todo”.

Miguel Fitzgerald con Siro Alberto Comi,
presidente del Aeroclub de Monte Grande,
que le prestó el avión que aterrizó
en Malvinas.
Ese año, 1964, las Malvinas usurpadas por Gran Bretaña estaban en la agenda de la Naciones Unidas, no por iniciativa del gobierno argentino, sino por decisión de la Asamblea, se estaba por tratar el tema de las colonias en América y en los hangares del país, en las charlas entre pilotos, aparecía y reaparecía el sueño de cruzar a Malvinas y plantar nuestra bandera Argentina.

Fitzgerald decidió que lo haría y a través de un amigo suyo que trabajaba en el diario La Razón averiguó si les interesaba la cobertura periodística y a él a su vez le interesaba la difusión, para protegerse, porque podía ser sancionado por la Fuerza Aérea con una suspensión severa. Al editor del diario, Félix Laiño, no le interesó la propuesta y como acababa de salir el diario Crónica, su joven director se entusiasmó con la misma.

Aeródromo de Monte Grande, foto de 1963,
funcionó desde 1942 hasta 1971. Desde aquí 

despegó Fitzgerald hacia Río Gallegos.
Le ofreció el avión, el combustible, los gastos, si viajaba con él un fotógrafo del diario, pero ese viaje Fitzgerald lo quería solo para él, solamente requería un Avión Cessna 182 similar al que utilizó y que le hicieran, para cubrirse, una nota cuando volviera.

Esto no prosperó y el Cessna se lo prestó finalmente el señor Siro Alberto Comi, Presidente del Aeroclub de Monte Grande, que era representante de esa marca de aviones. Comi, junto con César Álvarez con anterioridad habían intentado aterrizar en Malvinas, pero no partieron de Río Gallegos, como hizo Fitzgerald sino de Río Grande, Tierra del Fuego, que es un poco más cerca de las islas. Ellos hicieron un plan de vuelo y, una vez que estaban en el aire lo cambiaron informando por radio que se dirigían a las Islas Malvinas. Luego buscaron el archipiélago con la mala suerte de que las nubes no les permitieron visualizar el terreno. Entonces, haciendo un gran semicírculo, regresaron al continente para aterrizar en Comodoro Rivadavia, donde los aguardaba una orden terminante: ¡que detuvieran el avión!, ¡qué detuvieran a los pilotos!, ¡qué los metieran presos!

Fitzgerald planeando el vuelo a
Malvinas con la bandera argentina
en sus manos antes de viajar
a las islas.
Aquellos pilotos pernoctaron en un hotel que, por vergüenza ajena, un comisario consiguió para atenuar la directiva de meterlos en un calabozo. El antecedente de estos hombres fue una información fundamental para la elaboración de la estrategia que llevaría al piloto argentino a nuestras islas.

“–Si yo manifestaba de entrada que me dirigía a las Malvinas y luego no podía aterrizar por condiciones meteorológicas, me refundían. Pero si volaba hacia allí, podía aterrizar y todo se transformaba en un hecho consumado adecuadamente difundido por la prensa, y los encargados de sancionarme tendrían a la opinión pública en contra. ¿Cómo iban a sancionar a un argentino porque aterrizó en las islas Malvinas?, si las islas son territorio argentino”, –dice FitzGerald.

Fue redactada la proclama que reivindicaba a las islas como argentinas y Fitzgerald consiguió que Comi le pagara el combustible, luego partió al sur, desde el aeródromo de Monte Grande, el 6 de setiembre rumbo a Río Gallegos, a cumplir con su hazaña personal.

Miguel Fitzgerald en la avioneta Cessna
185 que aterrizó en la capital malvinense
el 8 de setiembre de 1964.
El 8 de septiembre de 1964 ya estaba en Río Gallegos y ese mismo día él cumplía 38 años de edad, cumplió esta proeza, con un pequeño avión Cessna 185, motor de 260 HP, matrícula civil LV-HUA, al que él bautizó "Luis Vernet". El nombre era porque hacía 131 años que había sido expulsado don Luis Vernet gobernador argentino de las Islas Malvinas.

Decía que cuando uno está volando y está haciendo algo arriesgado, no piensa en nada más que en eso, está concentrado en lo que está haciendo, manifestaba que para él era así, porque es muy cerebral, como si haber hecho lo que él hizo no exigiera al menos un impulso fenomenal.

La pista de despegue fue la del Aeroclub de Río Gallegos, que no tenía torre de control monitoreada por la Fuerza Aérea. Fitzgerald despegó pasadas las 9 de la mañana y voló mar adentro y a las tres horas y quince minutos estuvo en contacto visual con el archipiélago de Malvinas.

Mapa de las Islas Malvinas donde aterrizó
Miguel Fitzgerald ante la mirada
atónita de los kelpers.
Desde arriba veía un rectángulo como de cientos de islas e islotes, pero cuando sobrevoló el archipiélago, una capa muy densa de nubes le impide ver y no podía descender entre las mismas, porque en alguna parte se sabía que había un cerro de seiscientos metros de altura, entonces esperó un claro y cuando lo vio inició el descenso hacia debajo de la capa de nubes e identificó Puerto Argentino (Puerto Stanley), visualizando la pista del pequeño hipódromo, hizo dos virajes sobre el pueblo para que todos lo vieran. Hechas las dos vueltas sobre el pueblo, Fitzgerald se dispuso a aterrizar en una cancha de carreras cuadreras. Antes de aterrizar informó a Río Gallegos dónde estaba, avisó sobre su cometido por HF. Como “reguero de pólvora” comienza a propagarse la noticia en el país. “Aterrizo, freno el avión, pero no detengo el motor, me bajo con la bandera, la desenrollo y la sujeto al alambrado donde queda flameando como si respirase orgullosa el aire de su tierra”.

Foto de Fitzgerald, el 8
de setiembre de 1964.
Los kelpers estaban acostumbrados a ver una aeronave con flotadores, un De Havilland Beaver, pero no un avión “con ruedas” como el Cessna. Comentó Fitzgerald que del grupo que se reunió en la pista de carreras salió un hombre que se aproximó al avión, “le abrí la puerta; me pregunta: “Where do you come from?” (¿De dónde viene?)”. “De Río Gallegos”, contesto. Me ofrece combustible. Tal vez se imaginaba que yo me había desviado. Le agradecí, le dije que no necesitaba nada, pero le pedí un favor: que le entregara al gobernador un documento que había llevado conmigo”.

Entonces le coloca en la mano la proclama escrita en español y le dijo: "Tome, entréguele esto a su gobernador"; se subió al avión y despegó normalmente volviendo a Río Gallegos, todo esto llevó unos quince minutos." El mensaje entregado al gobernador colonialista decía: “Yo, Miguel Fitzgerald, con todo el derecho que me da ser ciudadano argentino, les exijo que se retiren de las Islas Malvinas”.

Tapa del diario Crónica del
8 de setiembre de 1964.
De ida habían sido tres horas y cuarto, pero de regreso serían cuatro o más, los vientos siempre soplan del oeste. Ya en el aire llamó a Río Gallegos, le indican que no se dirija al aeroclub, sino al aeropuerto, donde pudo aterrizar normalmente.

La suerte estaba de su lado. Ya por aquellos tiempos se enfrentaban legislaturas y gobernadores. Santa Cruz era un hervidero de periodistas que habían llegado para cubrir la posible destitución del gobernador, pero una noticia, tal vez más jugosa, comenzaba a copar la escena. La primicia era de Crónica, que en su quinta edición a página completa tituló: “MALVINAS: HOY FUERON OCUPADAS”. La Razón no tenía esa información… y casi todos los ejemplares de ese día quedaron en los escaparates de los quioscos.

Cuando llegó a Río Gallegos el señor Héctor Ricardo García, el director de Crónica, empezó a jugar su papel, Crónica tenía la primicia.

Héctor Ricardo García, el
dueño del diario Crónica apoyó
en todo la patriada de Miguel
Fitzgerald. Foto de García
en 1966.
El título en letra catástrofe fue: "Malvinas: hoy fueron ocupadas" y ese día, 8 de septiembre de 1964, no se habló de otra cosa y La Razón que no le había interesado el proyecto de Fitzgerald no tenía esa información, registró uno de los días de más bajas ventas de su historia, su competidor llamó la atención e inauguró un estilo periodístico.

Tras su llegada, el diario Crónica fue el único que vendió ejemplares. Hasta ese momento los kioscos de diarios compraban los periódicos. A partir de allí, los kiosqueros y repartidores comenzaron a pedir que se acepte la devolución de los ejemplares no vendidos, quedando en consignación. El diario más presionado fue La Razón, que no aceptaba devoluciones, pero los canillitas presionaron tanto para devolverle sus ejemplares que nadie había comprado, que sirvió como antecedente para modificar la relación entre los dueños de todos los diarios y los repartidores.

El aterrizaje de Fitzgerald en
las islas usurpadas causó una
protesta del Reino Unido en
la ONU, que fue rechazada
tajantemente por el
gobierno argentino.
Al volver a Buenos Aires, en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires, Fitzgerald fue recibido por una multitud reunida y que lo saludó como a un héroe. Iba a ser sancionado por la Fuerza Aérea Argentina, que iba a retirarle su licencia de piloto, pero ante las masivas expresiones de apoyo al piloto, el presidente Arturo Illia decidió anular el castigo. Solamente se le aplicó un apercibimiento por no comunicar su plan de vuelo. Luego, miembros del Movimiento Nacionalista Tacuara lo subieron a un jeep y lo llevaron a dar vueltas por toda la ciudad.

El viaje de Fitzgerald causó una protesta del Reino Unido en la ONU, que fue rechazada tajantemente por el gobierno argentino, alegando que no estaba involucrado en el hecho. Como consecuencia, Londres decidió destacar en las islas un contingente permanente de Marines Reales.

Mientras tanto, el gobierno colonial británico decidió que el hipódromo sea bloqueado para prevenir la llegada de otro avión argentino. Sin embargo, los obstáculos fueron retirados posteriormente y el 28 de setiembre de 1966 logró aterrizar un avión de Aerolíneas Argentinas tomado por 18 jóvenes, que llevaron a cabo el Operativo Cóndor.

El avión del matutino Crónica en las Malvinas,
el 28 de noviembre de 1968. Fue el segundo
viaje de Fitzgerald a las islas, esta vez
acompañado por Héctor Ricardo García y
el periodista Juan Carlos Navas.
Cuatro años después de su hazaña, el 27 de noviembre de 1968, Fitzgerald realizó un segundo viaje a las islas desde Río Gallegos, esta vez al mando de un avión bimotor Grand Commander propiedad del diario Crónica, en el que también viajaban Héctor Ricardo García, director del citado matutino, y uno de sus periodistas, Juan Carlos Navas. Esta vez la pista del hipódromo había sido obstruida, por lo que se vio obligado a tomar tierra en una carretera (Eliza Cove Road), lo que produjo la rotura de una hélice.

Miguel Fitzgerald en  el año 2010.
Fueron detenidos minutos más tarde por un oficial británico, luego de lo cual fueron declarados «inmigrantes ilegales», por lo que pasaron 48 horas detenidos. Luego fueron subidos al HMS Endurance de la Royal Navy con destino a Río Gallegos, en el que también viajaba el canciller británico, de visita en las islas.

El Cessna 185 con el que Miguel Fitzgerald
realizó su hazaña para reivindicar que las
Malvinas son argentinas.
El 27 de noviembre de 2009 fue homenajeado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Fitzgerald falleció en su departamento en Buenos Aires, el 25 de noviembre de 2010 a los 84 años de edad. Se había casado con Palmira Rodríguez que le dio cuatro hijos (Gustavo, Diego, Carlos y Christian) y nueve nietos (Lucía, Elizabeth, Kevin, Nicolás, Molly, Inés, Cristóbal, Moira y Miguel).

Matasellos alusivo al Cincuentenario
del Vuelo de Miguel Fitzgerald,
que se conmemoró el 8 de
setiembre de 2014.
El 10 de junio de 2014, se inauguró el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur en la Ciudad de Buenos Aires, donde se expone el Cessna LV-HUA con el que Miguel Fitzgerald realizó su hazaña. También se expone un corto animado, que relata un resumen del vuelo.

Por gentileza del Correo Argentino, el año pasado se realizó un matasellos especial alusivo al Cincuentenario del Vuelo de Miguel Fitzgerald a las Islas Malvinas el 8 de septiembre de 2014, en la sede central del Correo Argentino estuvieron presentes en ese lugar la viuda del héroe, Palmira, junto con amigos y familiares.

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