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miércoles, 1 de mayo de 2013

HACIENDO MEMORIA: LOS MÁRTIRES DE CHICAGO


El 1º de mayo, fecha donde se conmemora el Día del Trabajador está asociado al reclamo obrero y a la injusta muerte de muchos inocentes por reclamar un empleo digno.

El Día Mundial del Trabajador es
recordado en todo el mundo, con
excepción de Estados Unidos, Canadá
y Reino Unido.
Tiene como antecedente, el 25 de junio de 1868, cuando el presidente norteamericano Andrew Jackson promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo la jornada de ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de dieciocho horas. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas (aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas). Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, que aún estaba vigente, las organizaciones laborales y sindicales de EE.UU. se movilizaron.

Desde 1868 no se cumplía con la
Ley Ingersoll, que establecía la
jornada de 8 horas. En 1886
estallaron huelgas masivas en
todos los Estados Unidos.
Hacia 1874, la idea de llevar a cabo acciones para conseguir una jornada de trabajo de ocho horas comenzó a extenderse desde distintos lugares y sectores de Estados Unidos. Los pioneros en reaccionar fueron los obreros ferroviarios, quienes llevaron a cabo una huelga que por semanas involucró a 17 estados. Al poco tiempo se fueron sumando varias otras organizaciones, creándose en 1881 la Federación Americana del Trabajo (American Federation Labor, AFL), heredera de la anterior Federación de Gremios y Sindicatos.

La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American Federation of Labor AFL (Federación Estadounidense del Trabajo fundada en 1881), inicialmente socialista (algunas fuentes señalan el origen anarquista). En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el 1º de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.

El 1º de mayo de 1886 hubo 5 mil paros que
paralizaron 12.000 fábricas norteamericanas.
En aquella época las condiciones de vida de los trabajadores en Europa y los EE.UU. no podían ser peores: la jornada laboral llegaba hasta las 16 horas (para muchos miles de hombres y mujeres la jornada se iniciaba a las 4 de la madrugada y terminaba a las 8 de la noche); el salario era escaso y sólo permitía ir sobreviviendo), y en la huelga que se anunciaba para el 1º de mayo, la consigna ya estaba en boca de la mayoría de los trabajadores: "Ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho para la recreación".

La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (la principal organización de trabajadores en EE.UU.), opuesta a la Federación Estadounidense del Trabajo, remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba: "Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto". Este comunicado fue rechazado de plano por todos los trabajadores de EE.UU. y Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.

Comienza la huelga total
Se organizaron entonces cinco mil paros que paralizaron 12.000 fábricas de todos los Estados Unidos para que se cumpliera la ley. La prensa calificó al movimiento como “indignante e irrespetuoso, delirio de lunáticos poco patriotas”. El 1° de mayo de 1886, más de 340.000 obreros salieron a las calles. La razón de elegir este día es porque en los Estados Unidos, en esta fecha se acostumbraba a renovar la mayor parte de los contratos laborales.


Disturbios en Chicago frente a la fábrica de
máquinas agrícolas McCormick.
Hubo 200.000 trabajadores que no salieron a la calle porque obtuvieron esa conquista con la simple amenaza de paro. Durante la huelga, en Detroit, 11.000 trabajadores marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una marcha con antorchas de 25.000 obreros pasó como torrente de Broadway a Union Square. En Cincinnati un batallón obrero con 400 rifles Springfield encabezó el desfile. En Louisville, Kentucky, más de 6000 trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color.

Volante anunciando la concentración en
la plaza de Haymarket para la tarde del
4 de mayo de 1886.
Sin embargo, la represión se hizo sentir directamente en diversos lugares ese mismo día, produciéndose nueve muertos en la localidad de Milwaukee y enfrentamientos callejeros entre policías y manifestantes en Filadelfia, Louisville, St. Louis, Baltimore y Chicago. A estas ciudades pertenecía la mitad del total de obreros que entraron en huelga en ese país.

En Chicago donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades del país, 80 mil obreros estaban en huelga y las movilizaciones siguieron en la ciudad los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad de su escaso sueldo para la construcción de una iglesia.

Explosión en la plaza de Haymarket.
La bomba la puso la misma policía.
La producción de McCormick se mantenía a base de rompehuelgas o carneros. El 1º de mayo despidió a 1200 obreros y el día 2 de mayo la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas, había más de 6000 obreros, cuando estaba en la tribuna el anarquista alemán August Spies (había emigrado en 1872 a los Estados Unidos acompañado de su madre y sus cinco hermanos), sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo seis muertos y 50 heridos.

La brutal represión en la plaza de Haymarket
En Chicago, los obreros habían conseguido un permiso para hacer un acto el 4 de mayo a las 19.30 en el parque Haymarket. Por la mañana la policía reprimió una protesta de 3000 obreros. Se realiza pacíficamente el acto en la plaza a la hora convenida ante más de 3000 personas. A las 21.30 el alcalde Carter Harrison, quien estuvo presente en el acto para garantizar la seguridad de los obreros, lo dio por terminado. Pero las arengas continuaron su desarrollo, con la presencia de miles de personas. El inspector de la policía John Bonfield consideró que, habiendo terminado el acto según la manifestación del alcalde, no debía permitir que los obreros siguieran en ese lugar, y junto a 180 agentes empezó a reprimir.

La policía abrió fuego contra la multitud
matando a 38 personas e hiriendo a 115.
En ese momento había en la plaza hombres, mujeres y niños. De repente estalló entre los policías un artefacto explosivo que mató a un oficial de nombre Mathias Degan y produjo heridas en sesenta uniformados. La policía abrió fuego sobre la multitud, matando a 38 personas e hiriendo a 115 hombres, mujeres y niños. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se detuvo a más de mil obreros, los cuales fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía y de otros seis que fallecieron en el hospital. Se realizaron gran cantidad de allanamientos y comenzó una verdadera caza de brujas golpeando salvajemente en sus domicilios a obreros y sus familiares.

Foto del juicio de los "Mártires de Chicago".
El 21 de junio de 1886 se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el número a ocho. El juicio fue una farsa del principio al fin, violándose todas las normas procesales de forma y de fondo, mientras la prensa hacía sensacionalismo urgiendo a ahorcar a los extranjeros. Los integrantes del jurado eran empresarios y familiares de policías muertos o heridos. Finalmente, con doce miembros compusieron el jurado que comenzó a conocer las pruebas el 14 de julio de 1886. A pesar de no haberse probado nada en su contra, los ocho de Chicago fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido.

Los ocho de Chicago, declarados culpables en
un juicio corrupto. Cuatro fueron a la horca.
Pronunciadas las condenas a muerte, hubo una gran movilización popular en todos los Estados Unidos y algunos países europeos para lograr anular la sentencia. En Berlín, París y Londres se realizaron masivos mítines callejeros contra el fallo. Hubo protestas en defensa de los condenados en Roma, Ámsterdam, Moscú, Madrid y en cientos de ciudades de los Estados Unidos.

Pero las presiones más directas se ejercían en el propio Chicago. Sólo se consiguió, después de cientos de miles de solicitudes, contra solicitudes, audiencias y manifestaciones, que la Corte Suprema del Estado de Illinois viera el caso, pero ésta no hizo más que confirmar la sentencia. El gobernador del Estado de Illinois, Oglesby, recibió una petición con más de 200.000 firmas en la que se le instaba a perdonar la vida de los condenados. Por supuesto, no los perdonó, debían morir a toda costa. Más que juzgar los hechos del 4 de mayo, se pretendió sancionar una corriente política y sindical anarquista que crecía entre los obreros de la época y que era el inicio de la consecución de uno de los derechos laborales más básicos: Las ocho horas de trabajo.

Engel, Fischer, Parsons y Spies marchan
hacia el cadalso.
Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca. Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua); Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a 15 años de trabajos forzados); y Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua).

El 11 de noviembre de 1887, se consumó la ejecución de Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo); Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista); Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista); y Hessois Auguste Spies (alemán, 31 años, periodista; que dijo: “Si creéis que ahorcándonos podéis acabar con el movimiento obrero... el movimiento del cual los millones de oprimidos, los millones que laboran en la miseria y la necesidad esperan su salvación, si ésta es vuestra opinión, ¡entonces ahórcadnos! Aquí pisoteáis una chispa, pero allí y allá, detrás de vosotros, frente a vosotros, y por todas partes, las llamas surgirán. Es un fuego subterráneo. No lo podréis apagar”). Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero, para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda). 

Ejecución de los mártires de Chicago
el 11 de noviembre de 1887.
Los funerales de los que ya mismo se empezó a llamar “Mártires de Chicago” se efectuaron el día 12 de noviembre de 1887. 25.000 personas asistieron a las exequias y otras 250.000 flanquearon el recorrido. Durante días las casas obreras de Chicago exhibieron una flor de seda roja clavada a su puerta en señal de duelo.

En 1893, un nuevo gobernador de Illinois, John Atgeld, accedió a que se revisara el proceso. Las diligencias practicadas por el juez Eberhardt entonces establecieron que los ahorcados no habían cometido ningún crimen y que “habían sido víctimas inocentes de un error judicial”. Schwab, Fielden y Neebe fueron puestos en libertad. El juez Eberhardt probó que los testigos habían sido comprados, y que la bomba había sido arrojada por orden del mismo capitán de policía. La hermana del testigo Waller demostró al juez que todo lo dicho por él era falso y cómo se había comprado su testimonio; se recogieron declaraciones contra el capitán Bonfield, que había manifestado: “Dénme unos tres mil de esos anarquistas y yo sé lo que voy a hacer con ellos”. Se probó cómo el procurador especial Rice dispuso la integración espuria del Jurado elegido a su antojo. Pero ya era demasiado tarde. Aquellos inocentes, “víctimas de un error judicial”, estaban muertos. Tras las ejecuciones, varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de ocho horas.

Virginia Bolten, protagonizó la primera
conmemoración del Día del Trabajador en la
Plaza López, de la ciudad de Rosario.
En la Argentina, el 1º de mayo se conmemoró por primera vez en 1890, en la plaza  López de la ciudad de Rosario. Y la manifestación fue encabezada por Virginia Bolten, de 20 años de edad, trabajadora de la Refinería Argentina de Azúcar, situada en el norte de la ciudad. Fue detenida tras pronunciar su discurso.

Desde entonces ha sido en el pasado y es en la actualidad una jornada de lucha por la dignidad humana; y solo en tres países no se lo recuerda: Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, que eligieron en su lugar la celebración del Labor Day (Día del Trabajo) el primer lunes de septiembre, cuya fiesta mayor se realiza en Nueva York con un gran desfile organizado por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés), la misma organización que había enviado una carta a los sindicatos para que no salieran a la huelga el 1º de mayo de 1886.

Placa recordatoria de los mártires en la
plaza de Haymarket, en Chicago.
Y respecto a la jornada de 8 horas, hoy se caracteriza por una curiosa involución, ya que tras haberse conseguido a principio de siglo XX vuelve a violarse por la perversión del sistema económico y social que obliga al trabajador a desempeñarse en condiciones cada vez peores y en lugar de otorgarle dignidad, se la quitan. 

La vieja injusticia que hace décadas se creía superada hoy está más vigente que nunca. Por todo ello, en un país donde el 40 por ciento está sin trabajo o trabaja en negro, al borde de la pobreza y más de un 17 por ciento en la indigencia absoluta, los pocos que disfrutan plenamente de un empleo y de un ingreso digno, gradualmente, van cediendo todos sus derechos adquiridos con tal que no los echen. Por lo tanto, la lucha continúa.

Por Alberto Seoane

Documental sobre esta fecha tan especial:

Los Mártires de Chicago - Historia del 1ro de Mayo



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